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Alberto Lessmann, in memoriam

Fotos: Israel Medrano
Las cartas de despedida son un horror. Decir adiós a alguien querido es una puta mierda. No hay nada que puedas decir que cambie un ápice lo ocurrido, aunque dicen que hablar de ello sirve para pasar el mal trago. Yo dudo que así sea, francamente.

En este momento mi sensación es muy extraña. Aunque nuestros caminos llevaban unos años separados, lo cierto es que nunca había dejado de tenerlo presente. Seguramente fue por los años que pasamos y por las vivencias vividas, haciendo el campeonato de España de Quad Cross, el de Resistencia, algunas carreras del CEV, de MotoGP, la Fórmula3… todo lo que tuviera ruedas y motor, por aquel entonces, no se nos resistía.

Pasamos momentos muy buenos, ya lo creo. Muchas risas y confesiones en el coche, en la furgo o el avión de viaje a algún circuito. Haciendo un calor de muerte o un frío de cojones, lloviendo o nevando, vivimos momentos de todo tipo con la cámara en ristre. Él con Nikon, yo con Canon. La eterna rivalidad. El eterno motivo de disputa, que siempre se resolvía con un vale, vale… pues si no ambos sabíamos que no había forma de acabar la discusión.

haciendo un calor de muerte o un frío de cojones, vivimos todo tipo de momentos con la cámara en ristre

Cuando conocí a Alberto Lessmann hace más de diez años en una carrera del madrileño de motocross en Sanse recuerdo que me gustaron sus maneras de moverse con la cámara. Los lugares elegidos para hacer las fotos no eran los típicos. Tenía soltura, como si llevara toda la vida haciendo fotos de este tipo. Pero no, sabía mucho de foto, pues tenía estudios de imagen y sonido, y también de motocross por su afición, y por tanto aunque no llevase mucho tiempo haciendo fotos de esta especialidad sabía perfectamente lo que quería, cómo se movían los pilotos y dónde lograr la instantánea más creativa. Era un fenómeno. No, perdón, es un fenómeno, pues su obra perdurará por mucho tiempo. No miento si digo que para mi fue una revelación conocerlo. Desde aquel mismo día que nos conocimos en el circuito hasta unos cuantos años más tarde, cuando nuestros caminos se separaron por proyectos e intereses distintos, compartí con él muchas sesiones de fotos en las carreras, pero también en colaboraciones editoriales con el Grupo Luike.

He de reconocer que hasta aquel momento no pensaba que era tan bueno. Entonces me dije, este cabrón le pega a todo

Su ácido sentido del humor, sus manías, sus tics y su música. Para el que no lo sepa, Alberto no sólo era un genio en la fotografía, también lo era en la música electrónica, su otra gran pasión y medio de vida durante muchos años. Si bien es cierto que en la última etapa cambió los platos de DJ por su inseparable Nikon, Roman Lieske, que es así como era conocido en el mundo, tenía una producción importante de música y hacia arreglos para los más grandes, llegando incluso a estar nominado para los Grammy por trabajos realizados con los productores más punteros. Además, había pinchado por medio mundo y en una de esas tuve la ocasión de acompañarle. Recuerdo que cuando llegamos a la discoteca en Bulgaria, en una ciudad cercana a la capital Sofía, le dije que me diera su maleta para justificar el que yo estuviera allí, pues en aquella época tenía una escayola en el brazo porque se fastidió la muñeca haciendo Motocross y me pidió que le acompañase justificando con su representante (sí, tenía representante en la música) que iba para ayudarle… aunque la realidad era que lo único que me movió a ir allí fue el cachondeo.

Una de sus pasiones se lo ha llevado. Es difícil de entender, pero hay cosas que no tienen lógica

Al llegar al garito había una cola de gente de alucinar y cuando me vieron salir del coche con la mochila de los Cd’s al hombro se abalanzaron sobre mi para que les firmara un autógrafo. He de reconocer que hasta aquel momento no pensaba que era tan bueno. Entonces me dije, este cabrón le pega a todo.

Y efectivamente, le pegaba a todo. Al motocross, a la música, a la fotografía y a la bici. Una de sus pasiones es la que se lo ha llevado. Es difícil de entender, pero hay cosas que no tienen lógica y tampoco merece la pena buscarla. Es así…

Con Alberto se va un fotógrafo de primera división, un personaje como pocos, una persona de carácter, un autodidacta como nunca había conocido, con mucha personalidad, con una energía desbordante y una sensibilidad y capacidad para la foto increíble. Recuerdo que siempre que le veía antes de iniciar una sesión decía: tengo una idea en la cabeza que a ver si sale. Siempre salía, por su cabezonería, por su forma de entender el trabajo de “no nos vamos hasta que no salga”, y porque era muy bueno. Su cámara era una extensión de su ojo, lo que todo fotógrafo, y lo digo con envidia pues yo no llegué a acercarme si quiera a su visión, siempre ha deseado. Pero eso, se tiene o no se tiene. Y Alberto tenía ese don.

Sus fotos tienen alma. El procesado, los colores, el encuadre, la posición del personaje, el manejo de la luz…

Sin duda alguna el mejor recuerdo que nos puede dejar es su obra. Su completísimo portfolio, con imágenes publicadas en todo el mundo y para los mejores medios y marcas, con trabajos junto a los más grandes deportistas y con el sello inconfundible de Lessmann. Si hay algo que caracterizase su trabajo era la fuerte personalidad que imprimía a sus creaciones. Sus fotos tienen alma. El procesado, los colores, el encuadre, la posición del personaje, el manejo de la luz… Alberto sabía que sus fotos eran únicas y las dotaba de esa identidad propia que permitían a cualquiera, sin saber mucho de fotografía, distinguir que eran de él. Para ello era capaz de tirarse horas en mitad del campo para esperar un momento de puesta de sol para hacer una sola foto. Con eso le valía, y cuando el resto veían los resultados a través de la pequeña pantalla de su Nikon, esos que en su momento no eran capaces de ver nada en aquel pinar desierto, se rendían a la evidencia de que había merecido la pena. Él lo sabía, hacía una mueca de sonrisa de satisfacción y daba por zanjada la sesión.

Ahora, en la intimidad de la noche, mientras escribo estas líneas frente a mi Mac Book Pro (“al final me fuí al lado oscuro de Apple” como tú insistías tantas y tantas veces) me siento muy triste. Con Alberto perdemos a un persona única. Un creador de luz y sonido sin igual, que afortunadamente estará siempre presente entre nosotros gracias a sus creaciones. Para los que le conocimos, nos queda además el recuerdo de su personalidad. Para los que no, no importa, pues a través de sus fotos conocerán su esencia. Descansa en paz amigo.

Para conocer más sobre él, nada más que ver sus trabajos: búscalos en internet y disfruta.

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