El día anterior me pasé por casa de un buen amigo para recoger una moto única a la que le tenía ganas desde hace tiempo, una naked brutal en apariencia a la que me apetecía buscar las cosquillas. Una moto que ha visto pasar los años sin envejecer. Camino de mi casa por la vía de circunvalación, iba pensando dónde me iba a escapar con la fierecilla, y la realidad del aire contra mi pecho a 150 kilómetros por hora inclinó la balanza. ¡A la sierra!
Dicho y hecho, llegué al garaje y después de darle de nuevo dos vueltas para apreciar su extraña belleza, la pintura negro mate, las llantas cobre y el poderoso motor bóxer dominando como el pecho de un buldog, subí a confeccionar la ruta. Me apetecía poco meterme por autovías, ya que una atacada con esa aceleración y sin pantalla, más bien requería unos brazos como los de Hulk, de modo que la escapada quedó como sigue…Salí de Madrid por la A-6 carretera de la Coruña dirección Villalba, unos treinta kilómetros con tres carriles y un tráfico siempre intenso, aunque a una hora media de la mañana no hay atascos. Al llegar a Villalba, un cartel indica el desvío al puerto de Navacerrada, ahí abandoné la A-6 para incorporarme a la M-608, con dirección a Moralzarzal.
El asfalto es mío y de algún despistado, ya que la mayoría de los mortales de la región están disfrutando de un fabuloso día de trabajo en la ciudad, por lo que el cuentavueltas de la Rockster es mi objetivo. Engrano la marcha, suelto embrague y acelero como si lo fuesen a prohibir mañana mismo. El motor ruge a través del silencioso, bravo, grave, contundente y el cuerpo se me va atrás empujado por el aire y por la inercia. Me agarro fuerte al manillar, la aguja sube, línea roja, cambio y vuelta a empezar… ¡Bienvenidos al rodeo! Las ruedas se agarran perfectamente y el Telelever y Paralever llevan sobre raíles la máquina, pero no todo es correr. A la derecha acaba de aparecer el embalse de Santillana, un precioso lugar como para perdérselo, de modo que bajo el ritmo, y paro a echar unas fotos. Poco más adelante, el núcleo urbano de Manzanares el Real y su castillo del siglo XV, el castillo de los Mendoza. Tras la visita al castillo, de nuevo abordo la moto para seguir por la M-608 hasta Soto del real, donde cojo el desvío a Miraflores de la Sierra. Ya estoy en la M-611.
En el primer tramo, hasta Miraflores, el asfalto es rugoso y parcheado, por lo que hay que estar atento. Pasado el pueblo, dirección Rascafría, comienza la ascensión al primer puerto, el de la Morcuera, de unos 1.800 metros de altitud. Entre pinos y curvones, de un asfalto considerablemente bueno, aparece la cima. Parad motores, y si tenéis la suerte como yo la tuve, de que no haya nadie, escuchad el silencio y mirad hacia todos lados, un inmenso mar de pinos y un embalse remansan en vuestras retinas. Pasado el momento místico, de nuevo al ataque, a coger las curvas de bajada con más ganas, deleitándose con las vistas y con las trazadas. Con el pasar de las curvas llegamos a Rascafría, y de nuevo parada cultural, para visitar el monasterio de El Paular.
Una vez terminada la visita, o tras la cañita en el bar los que pasen de esto, la travesía continúa por la M-604, dirección puerto de los Cotos, el segundo de la mañana. De nuevo a sacar lo mejor de la Rockster subiendo nada menos que 14 kilómetros de curva continua, con un desnivel de 700 metros, y con las cunetas cubiertas de las primeras nieves del año. A Cotos suben los esquiadores de la comunidad de Madrid, y los que como yo, solo vamos a la nieve a tirar bolas a la gente, de modo que el aparcamiento se colapsa los fines de semana. Desde Cotos afrontamos el tercer puerto, Navacerrada, siete kilómetros de descenso hasta llegar a las pistas de esquí y residencias invernales.
Desde aquí se puede bajar a Segovia, pero eso me lo reservo para otra escapada. Tomaré la M-601 de nuevo en descenso hasta llegar al desvío de Guadarrama, y entonces pondremos las ruedas en la M-614, para ir a Guadarrama. El asfalto serpentea y deja de lado pueblos como Los Molinos o Cercedilla, que siempre han sido lugares de segunda residencia, y tienen gran cantidad de casas de recia construcción, de mediados del siglo pasado.
Llegamos a Guadarrama y seguimos camino por la M-600 hacia San Lorenzo del Escorial. A pocos kilómetros de Guadarrama, en la margen derecha, está la entrada al Valle de los Caídos, un impresionante monumento de interés turístico enclavado en la ladera de la montaña, consistente en un inmensa Cruz, visible desde kilómetros de distancia y una Basílica escavada en la roca por los presos de guerra, y donde reposan los restos de Franco…Olvidando temas políticos obsoletos, es digno de ver. La entrada los miércoles es gratis.
A mitad del camino desandado, tomamos el desvío hacia san Lorenzo del Escorial y en siete kilómetros estamos frente al monasterio. Se puede visitar, es bastante curioso, y las explicaciones de los guías son correctas. La Iglesia es también digna de la visita.Tras estos parones culturales, comida en alguno de los muchos y variados restaurantes del pueblo y de nuevo rumbo a casa.
Primero bordeamos el monasterio y cogemos dirección el Escorial, bajamos todo recto, atravesamos el pueblo y desembocamos en la rotonda desde la que empezamos la Cruz Verde, desde aquí dirección Galapagar, y tras bajar el quinto y último puerto acabaremos de nuevo en la A-6 a la altura de las Rozas de Madrid.