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La sombra en invierno: esa oscura trampa para el motorista

Los días soleados de invierno no dejan de tener riesgos ocultos
Fotos: Google Images
Durante las semanas más frías e intempestivas del año, permanecemos pendientes de las predicciones, y también de nuestra ventana, a la espera de que salga ese sol tan preciado del invierno. Pero ojo, con sus rayos tibios y reconfortantes, aparece también otro fenómeno engañoso que esconde una de las trampas más peligrosas.

El sol entrañable del invierno templa el cuerpo aterido del motorista, agazapado bajo el traje que se ha enfundado para la estación. Su luminosidad, lejana y a la vez brillante, envuelve la silueta del motero y ciega por momentos sus pupilas abiertas, habituadas a la continua penumbra invernal. Y el temple, acogedor como una chimenea en la montaña, con el que ese sol de enero arropa el cuerpo del motorista le lleva a sentir, probablemente, los momentos más dulces durante los meses más duros para ese espíritu, tan incauto como pasional, que palpita dentro de él.

Pero en medio de ese momento ciertamente almibarado, con el asfalto claro y visible, en el que se anima a balancear la moto a un lado y a otro, un elemento de las tinieblas se embosca en los rincones sombríos de la carretera para sorprender su guardia baja y atacarle de la forma más oscura y traicionera. Así es, al abrigo de las sombras, se esconde una de las trampas más pérfidas y engañosas para el motorista: la humedad del relente, y en algunas ocasiones, un enemigo mortal: el hielo.

Porque el aspecto que muestra el asfalto con el cambio de luz puede burlar ese continuo escaneo que debemos mantener sobre el suelo que vamos a pisar. Así, el contraste de la zona iluminada por el sol invernal con la que queda al resguardo de sus tibios rayos confunde nuestra visión, tomando sólo por sombra lo que, en realidad, es muchas veces sombra y humedad. Sí, porque la humedad en la umbría, a resguardo del sol invernal, constituye una circunstancia verdaderamente delicada por cuatro razones fundamentales.

En el momento del giro

 

Generalmente, encontramos el cambio del sol a la sombra en pleno paso por curva, con la moto ya inclinada, o peor aún, en el momento más comprometido del giro. Ese instante ingrávido en que la tiramos mediante el contramanillar para meterla en la trazada del viraje… 

El asfalto estará húmedo, ni mojado, ni empapado. Es decir, con el agarre más precario que puede ofrecer el apoyo del neumático sobre cualquier tipo de piso con agua, o con algún resto de ella.

El contraste de temperaturas

 

Con el paso repentino de seco a mojado, se produce un brusco enfriamiento que sienta muy mal al neumático, y que su agarre soporta a duras penas. Por regla general, el “grip” de la goma encaja mucho peor ese brusco contraste que si la temperatura, aunque sea fría, y el grado de humedad se mantuviesen constantes. 

Hay umbrías que constituyen verdaderos frigoríficos, y aunque brille un día invernal reconfortante y soleado, son capaces de guardar pasada la mañana, no sólo la humedad, sino incluso una delgadísima película de hielo, imperceptible para nuestra vista yendo en marcha, que por muy aguda y experimentada que sea, tan sólo podemos sospechar su terrible presencia.

El neumático delantero, primero

Hay otra observación, sí, y desde luego parece de Perogrullo, pero no por ello vamos a dejar de señalarla. El neumático delantero es el que se ve más comprometido en esta circunstancia, por dos motivos fundamentales: porque es el primero en entrar en contacto con la zona húmeda, obvio. Pero sobre todo porque en la mayoría de los casos es el que soporta el peso y la inercia en esas circunstancias. Efectivamente, unas circunstancias en las que la moto se desplaza en el estado que se conoce como “carga negativa”, y en el que la goma delantera soporta la mayoría del apoyo del conjunto, incluido el motorista, el pasajero y el equipaje, si viajaran con él lo dos últimos, a pesar de ir colocados sobre la parte trasera.

La humedad se puede acumular en las zonas más inesperadas

¿Qué hacer?

Presuponiendo la prudencia, la cautela o la precaución, que muchas veces se toman en exceso, para terminar por atenazar, incluso bloquear al motorista y dejarlo sin capacidad de reacción, la primera premisa es la razonabilidad, es decir: el sentido común, que nos llevará en un principio a llegar a la zona de sombra, sencillamente, con un ritmo de conducción en mojado. O sea, tranquilo.

En segundo lugar, extender ese concepto del ritmo en mojado a la mentalidad, y hacer la entrada en la umbría pensando y contando con que el asfalto está húmedo, aunque no sepamos a ciencia cierta si lo está o no. En realidad y en muchos casos, no lo sabremos si no nos bajamos de la moto y lo inspeccionamos a pie. Prudencia.

En tercer lugar y lógicamente, aplicar al entrar en el viraje y en la zona de sombra la técnica que acostumbremos a emplear en mojado, ya sea inclinar la moto un poco más mientras permanecemos con el tronco completamente vertical, al estilo del motocross, por definirlo de algún modo; bien sea aligerando algo la presión y la inercia sobre el neumático delantero, tirando del manillar, o bien aplicando los recursos que se explican en algunos de los artículos de SoyMotero.net dedicados a la conducción con el asfalto mojado.

Por último, seamos positivos pero no confiados. Una vez que hayamos cubierto los dos o tres primeros metros sobre la sombra, podemos soltar el suspiro que quedó atrapado en nuestro pecho cuando vimos lo que se nos echaba encima, cogiéndonos por sorpresa. Si no hemos percibido en la moto nada distinto del comportamiento que traía en el tramo seco, podemos dejarla correr, como se suele decir, durante el resto de ese trance oscuro del asfalto.

Aprovecha los días buenos

 

Así pues, amigo motorista, entramos en las semanas de los relentes más fríos en las costas, de las únicas heladas en el Sur, y de las auténticas “pelonas” que caen durante la madrugada sobre las dos Castillas. Llegan semanas en las que más vale quedarse algunas horas extra en la cama antes de emprender la salida dominical. Llegan los días del sol invernal, el más reconfortante del año, y también, no lo olvidemos, el más oblicuo de la cuatro estaciones, y por tanto el que proyecta más sombras con sus trampas, oscuras y escurridizas como un congrio, en los rincones de nuestras carreteras.

Cuídate del lado oscuro de la ruta, amigo motorista, y como me dijo en cierta ocasión el montañero más explorador y aventurero de nuestro país: “Suerte, porque la suerte es necesaria”.

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