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3ª Exhibición de Motos Clásicas en Zamora: Aroma de viejos tiempos

Fotos: T. Pérez
La exhibición de clásicas de Zamora recrea también otro ambiente ancestral de las carreras urbanas, que se extendió, sobre todo, a finales de los '70 y principios de los '80: las carreras en los polígonos.

La palabra “exhibición” puede llevarnos a engaño en este caso, al hacernos pensar que este evento se desarrolla en un desfile, previa exposición, de unas motos clásicas de carreras. No es así exactamente, y como nos explica Quique González, a la sazón, secretario general de la Asociación Motociclista Zamorana, se trata de unas vueltas lanzadas, en las que las motos van tomando la salida por grupos separados con tres segundos de intervalo entre cada uno de ellos. De ese modo, en cada parte del circuito se puede contemplar y disfrutar del paso permanente de una o de varias motos, con un total de 54 inscritas en esta edición 2016. La exhibición dura 14 vueltas, el tiempo justo y calculado, según nos comenta el propio Quique, en el que las motos, los neumáticos y sobre todo el ánimo de los pilotos se ha calentado hasta el punto justo en el que comienzan los piques, que no necesariamente se tienen que dar con el resto de los participantes, les basta con su propia sombra, porque todos los inscritos, aparte de nostálgicos recalcitrantes, son unos irremediables quemados.

Pero en la exhibición de Zamora, no son sólo los pilotos los que disfrutan de una impecable organización, también lo hace el público, o sobre todo lo hace el público, que en un escenario tan abierto como es un polígono industrial, pueden apreciar aceleraciones, frenadas, tumbadas, y todo ello acompañado de un sonido mágico envuelto en fragancias de otro tiempo.

3ª Exhibición de Motos Clásicas en Zamora

Por ello quisiera trasladar al lector las sensaciones que se viven en ese ambiente a través del siguiente texto, e intentar con ello llevarle por un momento hasta allí: Contemplaba absorto el paso sucesivo de las motos al doblar una de las esquinas que formaban la cuadrícula del polígono industrial. Los tubarros con el caño libre en el extremo, repicando en el aire el petardeo de una estridencia que rompería, sin duda, el tímpano de cualquier oído pagano, pero que en el de un servidor, como en el de cualquier devoto creyente de esa religión sobre dos ruedas que abduce a tanto motorista, llega con el sonido medieval de las trompetas que anunciaban el regreso triunfal de las huestes cruzadas al castillo. Los megáfonos de tanta Ducati, de la Guzzi, de una Morini y de esa extraña criatura, una Sanglas benemérita con su embrague en seco y su manillar de dos piezas, quebraban la atmósfera, curva por curva, con un ronquido continuo. ¡Y cómo no!, la Norton Manx de Antonio, abriendo una grieta en el cielo zamorano que hizo temer a todos otra tromba de agua, como la que sumergió la exhibición dos años atrás.

Pasaban unos y otros aprovechando cada vez más la pista, afinando cada vez más la trazada y apurando la inclinada sobre un suelo industrial, de una forma que empezaba a provocar escalofríos entre los espectadores que comprendían, la mayoría, el riesgo que comenzaba a barajarse.

3ª Exhibición de Motos Clásicas en Zamora

Se echaban encima de la curva tan rápido y se perdían con tal velocidad por la subida tendida, que tuve la repentina impresión de que en cualquier momento iba a aparecer por el fondo del polígono Andrés Pérez Rubio, “El Profe”, y su Guzzi blanca de Lezauto, o Carlos Morante, con su estilo fino e incisivo sobre su TZ 250 de Gran Premio, o quizá Min Grau, recortando su silueta acoplada a la exclusiva Derbi de dos y medio como si formara parte de ella, o tal vez Luis Miguel Reyes, pilotando con su jersey amarillo de cuello alto bajo el mono, o quién sabe si el mismo Pedro Xamar con su Siroko Rotax, o Carlos de San Antonio sobre su Suzuki RG 500 remendada dos mil veces, quizá Marcelino García con sus frenadas de escalofrío llevando su casco a punto de besar la aleta delantera, o incluso Nani González de Nicolás … ¿“El Ranita”? Sí, “El Ranita” con vaya usted a saber qué moto. Sí, quién sabe, sentía y presentía que en cualquier momento aparecerían todos ellos, uno detrás de otro, en una sucesión que trasladaría la historia reciente de nuestro motociclismo hasta el más vivo presente.

Lo cierto es que la puesta en escena realizada por los miembros de la Asociación Motociclista Zamorana en su 3ª Exhibición de Motos Clásicas guarda tal fidelidad con aquellas carreras entre naves industriales, que no sólo mantenía en vilo esa continua impresión de que estaban a punto de aparecer las estrellas de antaño haciendo su vuelta rápida, sino que yo mismo me trasladé al instante en el tiempo, y también en el espacio, para sentirme a punto de tomar la salida en el circuito de Lugo, cuando miraba el codo de 90º exactos dibujado ahora en Zamora por las vallas y las cintas, sentirme a punto de entrar en la pista de La Línea de La Concepción al lanzar este domingo la mirada hasta el fondo de una recta perfecta entre una secuencia de logotipos y anagramas o incluso dejar que el impulso del entusiasmo me llevara hasta el irrepetible trazado de Cullera cuando contemplaba ahora en el frente la suave chicane marcada exclusivamente por las balas de paja sobre el asfalto zamorano.

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