Publicidad
[the_ad_placement id="adsense-mega-2-mobile"]

Bosozoku, la desproporción como regla

Fotos: tofugu.com
Japón es uno de los países con mayor número de "tribus urbanas". Su antigua moderación, arraigada en lo más profundo de una estricta cultura, ha ido pasando a oleadas de japoneses que buscan ser diferentes y sentirse parte de un grupo, algunos con sus ropas, otros con su estilo de vida y otros, como es el caso, con transformaciones de sus motos que rozan lo absurdo.

No cabe duda de que Japón es uno de esos países en los que la represión y la disciplina que la propia sociedad se ha ido autoimponiendo a lo largo de la historia, mezclado con el boom tecnológico que supuso la segunda mitad del siglo XX y la apertura a occidente, ha creado generaciones de ciudadanos de lo más dispar. Con una vida centrada en el trabajo y la producción, muchos de sus habitantes sienten un gran vacío en sus vidas que les llevan a formar parte de tribus urbanas o movimientos estéticos.

En el caso del Bosozoku, su origen se remonta a la década de 1950, cuando en medio de la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial y en plena efervescencia automovilística. Principalmente tuvo su lugar en los estratos más bajos de la sociedad, gente humilde y joven, cansada del sistema y de la cultura tradicional, que empezaron a confluir en bandas en las que las motos eran el epicentro.

Poco a poco fueron degenerando en cuanto a sus actividades, hasta llegar a convertirse en algunas ocasiones en delincuentes que hacían sus “oposiciones” antes de pasar a la Yakuza. Sus tatuajes, sus monos y cascos peculiares, la preparación de sus motos, hicieron que los Bosozoku fueran un movimiento conocido y temido.

Se trata de una cultura extendida en Japón

Una de sus principales características, además de su propio y peculiar atuendo, se centró en las motos. En principio no se trataba de grandes deportivas, más bien motos utilitarias de cilindrada media o alta, pero que comenzaron a recibir peculiares modificaciones en una especie de custom a la japonesa. La principal regla, no escrita, era la de grandes tubos de escape capaces de hacer ruido. Cuenta la leyenda que incluso hubo algunos integrantes que llegaron a emplear escapes de helicóptero. Después fue evolucionando, con pinturas llamativas, sillines con respaldos descomunales y carenados sobredimensionados y altos que terminaban de dar a las motos de estos personajes dignos de una historia manga un aspecto característico y peculiar.

Durante muchos años, estas bandas camparon a sus anchas, haciendo prácticamente lo que les placía y atemorizando a todo aquel que podían, especialmente extranjeros. Sin embargo, con la llegada del nuevo siglo, las leyes en Japón se centraron en castigar a estos individuos, por lo que perdieron gran parte de sus integrantes. De hecho, en un estudio se estimaba que se pasaron de 42.510 integrantes en 1982 a 9.064 en 2012.

Ahora, muchos de los integrantes de las bandas, han dejado de lado esas máquinas extravagantes para conducir discretos scooters y han cambiado su vestimenta para pasar desapercibidos, incluso sus actividades delictivas han pasado a ser algo anecdótico o puntual. Sin embargo, todo esto ha dado paso a una “subespecie” de Bosozokus que únicamente siguen la estética de los originales, pero que en lugar de atemorizar a la gente, se juntan en los parques a bailar al más puro estilo “Grease”.

Lo último

Lo más leído