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Carreteras portuguesas

Quizá alguno me diga que es porque miro el cesped del vecino y lo veo más verde, pero estas vacaciones en Portugal no he podido evitar envidiar las carreteras que he ido encontrado en mi recorrido.

Durante estas pasadas vacaciones de agosto he podido disfrutar unos días maravillosos en la Serra da Estrela, la zona más montañosa de Portugal. Con moto o sin ella, un lugar que os recomiendo visitar, ya sea para disfrutar de las dos ruedas, o para hacer senderismo, escalada, rapel o cualquiera actividad que se os ocurra para disfrutar de la montaña en verano.

Grata ha sido mi sorpresa por el camino cuando, tras cruzar la frontera, me encontré guardarrailes con SPMs en todas las carreteras que atravesé durante mi estancia. Daba igual que se tratara de autovías o de reviradas carreterucas de montaña, en cada curva medio peligrosa, aunque discurriera por una perdida carretera estrecha y alejada de cualquier población medianamente relevante, siempre me encontraba con doble bionda jalonando los exteriores de las curvas más comprometidas.

Otro asunto que llamó mi atención comparándolo con las carreteras españolas fue la señalización vertical. En Portugal resulta realmente difícil saltarse una salida, ya que las indicaciones son muy grandes. En un principio llaman la atención y uno, por la falta de costumbre, las encuentra incluso algo exageradas, pero lo cierto es que con el paso de los días, y más al transitar por caminos desconocidos, se agradece poder ver de lejos a dónde conduce cada camino de un cruce y cada salida de una carretera o autovía. Pequeños detalles como el tamaño de la señalización también evitan accidentes, nos ayudan a preparar maniobras con tiempo y a prever con más anticipación posibles situaciones de riesgo en el camino.

También he de confesar que la ausencia de radares durante todo el tiempo que circulé por autovías era de agradecer en extremo. Diga lo que diga Don Pere, 140 es una velocidad estupenda para circular, con un coche o moto moderna, por una autovía con un trazado suave.

Eliminar un problema en lugar de buscar sus posibles soluciones no parece la vía más inteligente que pueda tomar un gobernante.

A este lado de la frontera, hoy se publicaban los datos de fallecidos en accidentes de tráfico este verano en España y todos se felicitaban por que se han reducido sensiblemente. Yo por supuesto me sumo a ello, y ojalá llegue el día en que no haya muertos en una operación salida o retorno, pero lo que parece claro es que la DGT ha reducido la siniestrabilidad por la vía fácil, que es la de la coherción, con lo que todos los que sí hemos vuelto, aunque vivos, hemos salido perdiendo en libertades, máxime cuando nos sentimos perseguidos en tramos de carretera tremendamente arbitrarios como para dar autoridad moral a una institución que parece que, como rezaba su eslogan, si no conduce por nosotros es porque no puede, que si no, ni eso nos dejarían hacer.

Eliminar un problema en lugar de buscar sus posibles soluciones no parece la vía más inteligente que pueda tomar un gobernante, y menos cuando se aprovecha para, de paso, engrosar las arcas de Estado.

Mucho me temo que, en los próximos días, me llegará alguna multita a casa por mis desplazamientos de verano. La pagaré religiosamente (no me quedará más remedio) pero una cosa tengo clara: no me harán sentir culpable, solamente reo, y recordaré con nostalgia los días que pasé en Portugal, circulando por buenas carreteras, bien señalizadas y equipadas y sin necesidad de apartar la atención de la carretera para mirar si sobrepaso, aunque sea por un poquito, el límite legal de la vía.

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