El entorno urbano es peligroso per se. Por ello, debemos extremar las precauciones y respectar escrupulosamente los límites de velocidad. Los 50 km/h y 30 km/h no están puestos al azar sino porque a esas velocidades, los accidentes se pueden evitar o en caso de producirse, las consecuencias no son tan graves.
Cuando circulamos por una calle de dos carriles y el tráfico es lento, debemos sospechar: coches en doble fila, peatones, pasos de peatones, alguien aparcando, etc. Son decenas la situaciones que pueden provocar esta situación y nosotros debemos adaptarnos. Si intentamos conducir como si los coches fuesen obstáculos inmóviles y obviando la falta de visibilidad, puede ocurrirnos esto:
Este motorista decidió mantener una velocidad inadecuada y no tener en cuenta el tráfico y maniobras de otros vehículos. Sin visibilidad debido al tamaño del autobús que ejerció de pantalla, colisionó con la parte trasera de un vehículo que esperaba para realizar un giro a izquierdas de forma correcta.
De este vídeo se pueden extraer dos conclusiones. La primera que no debemos realizar maniobras peligrosas sin cerciorarnos que podemos hacerlas de forma segura. Si no vemos lo que hay más adelante, podemos llevarnos una desagradable sorpresa.
Al mismo tiempo, la velocidad debe ser la adecuada en todo momento. ¿Y esa cuál es? Se suele decir que aquella en la que podemos detenernos dentro del espacio que podemos ver. Es decir, si sólo podemos ver 15 metros por delante, la velocidad debe ser la suficiente para detenernos en esos 15 metros antes una emergencia. El protagonista, claramente circulaba a una velocidad inadecuada y no pudo evitar el impacto. Más despacio, habría podido hacer una maniobra evasiva o detenerse antes de colisionar.