Cómo cambiar las pastillas de freno de tu moto

Hay un antiguo refrán español que dice que no hay mejores parientes que mis dientes y si quieres conservarlos intactos y en su sitio hay dos cosas en las que es mejor no ahorrar: el sistema de frenos y la calidad de los neumáticos. En ello va tu seguridad. Hoy “nos metemos” con el sistema de frenos, más concretamente con el cambio de pastillas, el sistema más común actualmente en nuestras motos.
No siempre ha sido así. Los que tenemos ya más de 40 nos “criamos” en esto de las motos con frenos de tambor. Sólo los que ya “calzaban” carísimas motos de importación, con alguna excepción en las motos de carretera españolas tipo Montesa Crono, Bultaco Metralla GTS u Ossa 250 T disfrutaban de los primeros sistemas de disco. Comparativamente y como todos sabemos, las ventajas del disco son enormes, aunque quizá no todos sepáis por qué.
Música, maestro
Discos y tambores no sólo sirven para la música. En nuestro caso son los dos sistemas de frenos que han llegado hasta nosotros. Si miras fotos más antiguas verás que en la “prehistoria” del motociclismo hubo más sistemas: desde las zapatas que muerden la llanta estilo bicicleta hasta… no llevar frenos en algunos casos de motos destinadas sólo a la velocidad. Después, cuando la moto se convirtió en un vehículo más común, se popularizaron los frenos de tambor: son baratos de construir, fáciles de mantener en el día a día y frenan lo suficiente (y en algunos casos demasiado).
En los años 50, en el mundo del automóvil empezaron a aparecer los primeros sistemas de disco, cuando a alguien se le ocurrió que un disco solidario a la rueda y “mordido” por sus pistas exteriores podría ser mejor sistema de detención que el tambor, con zapatas interiores que empujan sobre pistas cilíndricas. Y efectivamente tiene varias ventajas: es más ligero y simple en su concepción mecánica, se refrigera mejor al ir al aire totalmente y sobre todo, el tacto que llega al mando es mucho más preciso. En un sistema de tambor por cable o palanca, (no hidráulico, como en los coches) se requiere el ajuste de la tensión del cable cada pocos kilómetros para mantener ese buen tacto y la capacidad de frenada. Si te pasas tensando, además, corres el riesgo de que al tocar la maneta se bloquee la rueda: aunque parezca que no, entre un disco y un tambor pensado para la misma fuerza de frenado, el tambor es mucho más “agresivo” que el disco y es más fácil bloquear la rueda, con el consiguiente derrapaje.
Aquellos primeros sistemas de disco tenían un inconveniente: las pastillas se desgastaban mucho más deprisa que las zapatas de los tambores, aunque eran mucho más fáciles de sustituir. Y a su favor, mientras que el tambor tendía a deformarse (ovalarse) con el uso, el disco permanece sin desgastes más tiempo, aunque al final también les llega el turno de la sustitución. Hoy día además, las pastillas son suficientemente baratas y mucho más duraderas, por lo que se han convertido en el sistema más estándar a usar.
El proceso completo de “empastillado”
Dependerá de tu forma de conducir, si frenas mucho o dejas correr la moto, si retienes más con el motor o eres de los que coge el embrague y para la moto a base de frenos, pero tarde o temprano tendrás que cambiar las pastillas. Hay otros factores, claro está: un disco muy gastado o con arañazos en su superficie se “zampa” las pastillas antes. También hay distintos compuestos de pastillas, más blandas, que frenan más pero se gastan antes o más duras, con el efecto contrario. En un uso normal no te compliques la vida en la elección con compuestos “racing” o “HH”, más blandos que el estándar, pero tienes la opción de elegir.
Saber cuándo te toca también es relativamente fácil: en muchas motos, con un poco de vista, puedes verlo mirando si entre el soporte metálico de la pastilla y el disco queda “ferodo” (así se conoce de forma genérica el material de rozamiento). En otros casos tendrás que sacar la pinza para comprobarlo correctamente. En cualquier caso, si al frenar suena a roce entre metales, ya te has pasado y te estarás cargando los discos.
El primer paso es soltar la pinza. Las delanteras suelen ir cogidas con dos tornillos, generalmente con cabeza Allen. Las traseras, depende de tu moto: en algunos scooters llevan anclajes similares al del tren delantero. En la moto pueden ir encajadas en un soporte que se ancla al basculante y al eje de la rueda, por lo que tendrás que sacar la rueda trasera. Algunas también requieren sacar la rueda delantera, ya que la pinza es grande y toca con la llanta al sacarla del todo. Por cierto, utiliza herramientas con buena palanca y en buen estado, ya que el polvillo que estos tornillos suelen quedarse bastante “clavados” por efecto del propio polvillo que desprenden las pastillas con el uso y si “pasas” la cabeza te las verás y desearás para sacarlos.
Con la pinza ya suelta tendrás que “investigar” el tipo de soporte de la pastilla. Suelen ir con unos pasadores, a veces sujetos por un circlip y en otros casos el pasador va enroscado en una de sus puntas. Con ellos sueltos, las pastillas salen de su alojamiento sin mayor problema. Un buen truco cuando tengas las pastillas en la mano es dibujar su silueta el una hoja en blanco. Esto te permite, cuando vayas a comprar las nuevas, que no haya error, puesto que podrás comprobar que son las mismas pastillas que has sacado sin necesidad de llevar las usadas (y generalmente muy sucias) encima. Los catálogos de los fabricantes de pastillas ten por seguro que no son un prodigio de exactitud en casi ningún caso y los errores, si vas a comprarlas teniendo presente sólo marca y modelo de tu moto, son más frecuentes de lo desesado.
Bien, vuelta a tu moto con las pastillas nuevas, procedemos a montarlas. Ojo con el muelle-chapita que suele ir al fondo de la pastilla. Sirve para mantenerlas en su sitio y prevenir vibraciones que desembocan en ruidos no deseado y, en algún caso hasta que se desplacen y ocasionen problemas. Si se ha salido al sacar las pastillas, “investiga” su posición y vuelve a colocarlo. Si no se ha movido, comprueba que no va a hacerlo mientras montes los frenos. Ojo también con la limpieza: no es mala cosa que aproveches para limpiar discos y pinzas. Para ello usa un “limpiador de frenos”, productos especialmente indicados y que eliminan aceites y grasas que harían que se empapasen las pastillas y/o los discos, perjudicando gravemente su capacidad de frenado e incluso inutilizando las pastillas (material poroso) que puede quedarse impregnado.
Para colocar las pastillas observarás que no tienes espacio. Es normal: los pistones que empujan las pastillas hacia el disco se desplazan según se va desgastando el ferodo, por lo que al poner pastillas nuevas estas requieren “recuperar” el espacio. Para ello, para empujar los pistones hacía dentro hay útiles especiales, con forma de gato de carpintero o similares que los empujan. Pero el método más común es emplear un destornillador grande o alguna palanca similar, abriendo el hueco entre las pastillas. No uses para ello las nuevas*. Coloca las viejas en su posición y haz palanca entre ellas. Si usas las nuevas estarás quitando ferodo y dejando marcas que disminuirán su vida útil. Atento al líquido de frenos: si has rellenado para compensar el desgaste de las pastillas es probable que al hacer hueco entre las pastillas y, con ello, al empujar el liquido hacia la maneta, este “haga tope” y no te deje suficiente espacio. En esta caso abre el bote y, aunque no es probable, cuidado con que se salga el líquido.
Con las pastillas en su sitio, coloca los pasadores y asegúralos con el sistema que lleve. Después, pon la pinza sobre el disco, con cuidado de que no se descoloque nada y quede el disco entre ambas pastillas. Y ya puedes volver a apretar los tornillos de soporte de la pinza. Una vez montados recuerda que has separado los pistones de freno, por lo que la maneta estará blanda. Bombea varias veces hasta que recupere el tacto, señal de que los pistones ya están en la posición que deben. Y recuerda también cuando salgas a probar tu recién revisado sistema de frenos que las pastillas necesitan acoplarse sobre el disco, por lo que tardarán unos kilómetros en ofrecer toda la frenada de la que son capaces.