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Cómo se vive un Cross Country desde dentro

El Cross Country es una fórmula tan apasionante como asequible para participar en el enduro de competición
Fotos: Motor 360
Nos pusimos en manos del Club Rozas Racing y nos inscribimos en uno de sus Cross Country, para vivir con toda su intensidad la única forma válida, prácticamente, de hacer enduro de competición en la Zona Centro. En esta particular crónica, te contamos qué sensaciones te crea, cómo se respira, cómo te cala y qué impresiones te traspasan el cuerpo, cogido al manillar, en esta excitante carrera sobre un recorrido que cambia constantemente. ¡Súbete a la moto con nosotros!

Sobradamente es conocida por el lector la difícil situación que vive la moto de campo en nuestro país, al borde de la criminalización en el caso particular del enduro o de los raids, con una extensión que también afecta al trial.

Las sanciones atendiendo al código de circulación se mueven en los cientos de euros, pero si entran en el ámbito del medio ambiente, suben el rango, alcanzando un tope de nueve mil, sencillamente apocalíptico para una nómina corriente.

Así se vive un Cross Country un piloto saliendo de El Arroyo

30 años atrás

El cross country llegó hace tres décadas, año arriba, año abajo, por una mera razón de supervivencia, para mantener la práctica de esta especialidad en competición, dentro de algunas comunidades autónomas, donde hacer un enduro completo y tradicional se contempla, hoy día, como una actividad propia de la ciencia ficción. Por tal motivo, esta solución para hacer carreras se presenta actualmente, en algunas zonas, como la única forma de competir en esta bellísima manera de entender y vivir la moto. 

El cross country, aunque venga a resultar algo así como un enduro a escala, no representa un recorrido tan simple como pueda ser la crono de un enduro tradicional, ni tampoco resulta tan solitario ni tan corto en el tiempo como un tramo cronometrado. El cross country ofrece, con su singular formato, sus propias emociones y unas sensaciones genuinas; por esa razón, estimado lector, queremos describírtelo desde dentro, y contarte a continuación cómo se vive subido a la moto una de estas apasionantes carreras. ¡Vamos a ello!

Así se vive un Cross Country, El piloto de soymotero.net sobre su KTM EXC 300 TPI

A simple vista

Al llegar por la mañana, encuentras el recorrido extendido sobre una suave ladera, salpicada de retamas y cruzada de un lado al otro por las franjas de tierra que han encintado con esmero los chicos del Rozas Racing, entusiastas y apasionados de la moto donde los haya. El terreno se ve asequible, y la buena parte del recorrido que alcanza la vista aparenta un trazado bastante fácil. Pero, amigo mío, ¡no hay que dejarse engañar!, porque tan sólo hace falta que pasen unos minutos para que escuches algún comentario sobre la “zona de abajo”, o para que oigas a alguien mencionar otro pasaje preocupante: “el arroyo”. 

Después toman la salida los niños, también las clásicas…, más tarde te colocas en la parrilla para hacer la vuelta de reconocimiento y por fin te pones en marcha. Entonces, ¡ay, amigo!, descubres que el terreno ha cambiado notablemente, y que ya no se ve ni tan llano ni tan fácil. La tierra se ha ondulado, y el paso de cada yarda ahora te va a exigir quemar el triple de calorías. Y si esto fuera poco para cambiar el panorama, a mitad de recorrido, tu marcha se detiene repentinamente cuando encuentras una cola de motos frente a un paso estrecho, situado bajo una breve pendiente. El arroyo.

Así se vive un Cross Country. Dos pilotos tratando de salir de la poza.

Una salida por etapas

La organización del Rozas Racing coloca las motos por categorías, situando al autor de este reportaje en la última fila que formaban los 73 pilotos inscritos, para que a continuación, el responsable de la Federación Madrileña vaya bajando la bandera repetidas veces, sucesivamente. 

La salida de cualquier carrera representa un trance en el que la emoción bulle por el cuerpo, hasta emerger por cada poro de la piel en una especie de un micro géiser. La salida de un cross country no lo es menos, y si en sus primitivos orígenes se daba al estilo endurance, es decir: corriendo cada piloto a por su moto, en la actualidad sigue un proceso muy particular, semejante, en cierto modo al motocross, pero en el que ese momento de vibrante emoción se multiplica varias veces para el público.

Así se vive un Cross Country. Ascendiendo junto al público

Motores parados, y un silencio sepulcral se posa sobre la parrilla. La tensión es tan densa que hace real ese tópico de que casi se puede cortar. De repente, el movimiento enérgico de la bandera, y un enjambre de bramidos, aullidos y rugidos inunda en un instante la atmósfera, con una fila de motos que lanzan tacos de tierra al aire , y salen disparadas, llevando encima a sus pilotos encendidos, poseídos por la adrenalina.

Al llegar su turno, nuestro protagonista se lo toma con calma, teniendo dos horas por delante y llevando consigo, también, la intención de tantear el nivel de la prueba. Y es que entre los inscritos se encuentran algunos pilotos del nacional, que habían salido como tiros desde la primera línea, y el objetivo de nuestro reportero es pasar inadvertido, así como molestar lo menos posible.

Así se vive un Cross Country, Dos pilotos sobre una fuerte pendiente.

«Chino chano»

La técnica con la que cuenta el piloto de SoyMotero.net es elemental y más que justa, por lo que se limita a dejar unos metros de margen con los últimos pilotos. Pero por suerte para su moral, comprueba que, superados los primeros trances del recorrido, no los pierde de vista, aunque tampoco es que se echase encima de ellos, desde luego.

El tránsito por las primeras ondulaciones se hace con ganas y con cierta soltura, llevando el físico puesto en pie y sintiendo una particular excitación cada vez que la moto bota y queda por un instante en el aire, mientras navega por las olas que ha esculpido el paso de las otras categorías sobre el recorrido. Y es que el terreno compacto de la mañana ha quedado ahora perfectamente marcado por una senda de tierra suelta que grava su trazada entre las cintas.

Así se vive un Cross Country, todavía en seco.

Una bajada que arranca justo en el vértice de un viraje pone otro momento intenso, en el que el vello se eriza de forma imperceptible y desde dentro de uno emerge el impulso de lanzarse adelante y meterse de lleno en la carrera. Una primera experiencia por la que se pasa con esa viva intensidad, siquiera siendo un sexagenario como nuestro protagonista. ¡Qué será con dieciocho o veinte años!

Un salto sobre medio metro cortado del terreno, e inmediatamente, una pendiente que pica hacia abajo, para sumergirte en una zanja natural escoltada por las retamas. Otro trance que termina de grabar un ímpetu continuo dentro de ti, y que sin embargo debes de regular, administrar y dosificar al milímetro, si quieres alcanzar la meta dos horas después.

El Arroyo, un atolladero. Así se vive un Cross Country.

La poza

Todo va enfilado, todo parece ir cañón, con el ánimo pletórico; pero entonces aparece de nuevo El Arroyo. Y es que la noche anterior había llovido con ganas suficientes como para dejar el terreno, particularmente en este humedal, con un aspecto completamente diferente al que encontraron los chicos del Rozas Racing, cuando marcaron el recorrido un día antes de la prueba.

El agua había amasado un fango denso y farragoso, hasta formar una poza acotada por la maleza serrana, con un paso obligatorio. En la vuelta de reconocimiento, la moto de nuestro escribiente había encallado la rueda trasera, entera, en un alojamiento que parecía hecho a su forma y medida. 

Así se vive un Cross Country. Un piloto cruzando El Arroyo.

Al tratar de izarla, con las botas hundidas, el barro hizo el vacío sobre la rueda, con un efecto de ventosa que convirtió en tarea imposible sacar la KTM de semejante trampa. No bastaba con el tirón, por lo que comenzó a moverla de lado a lado para intentar liberarla de la succión, una tarea tan laboriosa, que si no es por los controles que el Rozas Racing había dispuesto allí para ayudar a los pilotos, la moto de nuestro protagonista hubiera echado raíces en aquella poza.

Ahora, en el segundo paso por el arroyo durante la primera vuelta de carrera, lo intenta escorando la trayectoria algo más a la derecha. La moto baja y entra en el fango con buen impulso y equilibrio, pero cuando inicia el ascenso, una rama fantasmal trinca literalmente el pie derecho del reportero, haciendo la misma presa que un lazo. Otra vez atrancado en la poza, aunque en esta ocasión sólo necesita de un breve empujón extra para salir. ¡Quién ha dicho que en el cross country no hay trialeras!

Así se vive un Cross Country. Saltando al final de la pendiente.

Un recorrido cambiante

El paso de la caravana endurera continúa cincelando el terreno con matices tan marcados que hacen distinta cada vuelta. El tránsito por dos rastrojos completamente planos queda surcado en el lateral por un carril rectilíneo. Algunas subidas con giro al final, que provocan una nueva emoción en el piloto, peinan su cresta con una suave curva, y donde antes saltabas, ahora pasas con más aceleración y sin perder un newton de tracción, para que en la vuelta siguiente , quizás sí o quizás no, saltes de nuevo.

Estos cambios, con el tropel de motos pasando de continuo, no sólo rompen el terreno para hacerlo más trabajoso y complicado, sino que también ofrecen su aspecto positivo, mejorando la forma de negociar algunos trances. Por ejemplo, el peralte que empieza a formarse sobre las curvas más cerradas, presentándose como un apoyo perfecto para girar la moto en el espacio de una moneda.

Incluso la particular trialera de este cross country, cambia radicalmente, porque al completar la tercera vuelta, la dirección del Rozas Racing decide finalmente desviar el vadeo de El Arroyo por otro punto. El nuevo paso también entraña su complicación, aunque resulta algo más asequible, incluso para nuestro protagonista, que siente ahora una particular satisfacción cada vez que lo franquea del tirón, con un potente impulso para su ánimo, de cara a la segunda mitad de cada vuelta.

El reportero de soymotero.net surcando el barro. Así se vive un Cross Country.

El golpe de teatro

A los 45 minutos de carrera, quien firma esta crónica, siente algo parecido a un chisporroteo de arena impactando contra las gafas. Y un momento después, como si una andanada de piedrecillas menudas cayera sobre el casco. Entonces la lluvia cubre por completo la visión. ¡Lo que faltaba! Ahora te puedes meter, sin querer, en otros berenjenales.

Gafas al mentón del casco, y a bajar la cabeza para inclinar la visera en las aceleraciones, protegiendo los ojos de las agujas en las que se convierten las gotas de agua con la velocidad.

Poco a poco el terreno fragua una estrecha capa de barro sobre la tierra dura, compactada durante meses de sequía. A partir de ese momento, el cambio del estado que muestra el recorrido evoluciona con cada minuto. El barro no es barro exactamente, ni siquiera es arcilla, sino una especie de adobe, con una textura ideal para la construcción, que embadurna los neumáticos hasta terminar forrándolos por completo, borrando todo vestigio de la goma sobre la pisada. Ruedas de barro deslizando sobre barro, puro equilibrismo circense, ¿te imaginas?

Así se vive un Cross Country. Aspecto del neumático tras la carrera

En unos minutos, la pista cambia también en aspectos como algunos de esos peraltes tan beneficiosos, para formar estrechas zanjas en las que la rueda delantera se mete hasta el eje, dominando irremediablemente su trayectoria y poniendo en un brete su equilibrio.

Ahora también las subidas divertidas y excitantes se convierten en dificultades cuyo grado aumenta por momentos, y que la mágica tracción de las motos actuales sortea, prácticamente, con la misma diversión para los más rápidos, o sacando del posible atolladero a los menos técnicos.

Así se vive un Cross Country. Nuestro protagonista en el rastrojo embarrado

La magia de las motos

Nuestro hombre aprecia esa magia, particularmente, en un giro tan radical entre la maleza que deja su 300 TPI prácticamente a cero frente a una empinada subida. El barro ha convertido la rampa en lo que, para él, representa una trialera; sin embargo, la tracción del dos tiempos moderno trepa por la pendiente prácticamente pistonada a pistonada, hasta coronarla incluso con un impulso de aceleración.

Esa magia tan apreciada también se extiende a las suspensiones, y encuentra su prueba más clara en una piedra de buen tamaño que aparece inesperadamente, cuando lleva el gas a fondo y ya es demasiado tarde para esquivarla. Nuestro piloto se prepara para salir volando con la moto, o tal vez sin ella; sin embargo, la KTM sobre la que va puesto en pie apenas si se inmuta. La moto, prácticamente, pasa sobre el pedrusco sin más movimiento que el trajín necesario para mantenerse sobre el barro.

Así se vive un Cross Country, El protagonista sobre su KTM EXC 300 TPI

Algunas bajadas con el plano torcido hacia un lado se transforman ahora en descensos de auténtico vértigo, con una pisada ondulada e incierta. Nuestro protagonista trata a duras penas de sujetar la moto y busca desesperadamente el apoyo de un peralte que no existe. Finalmente, aprende de algunos de los pilotos que le dan un grito para reclamar el paso y que se tiran en picado, como una exhalación, por el descenso de barro. 

Hay que lanzarse lo mismo que lo hacías, cuando eras pequeño, al tirarte por un tobogán. Parar es imposible, frenar es impensable. Así pues, a tragar saliva y a contener el instinto de supervivencia para que no meta la pata y deje bajar la moto con la potente inercia de la gravedad, tan sólo contando con la suave retención del motor.

Así se vive un Cross Country. El baile sobre el barro

El momento crítico

Con hora y media de carrera encima, el hombre de soymotero.net  tan solo ha sufrido tres caídas sin consecuencias, y escribo “tan solo”, amigo lector, porque realmente fueron pocas para el saldo que pudo llevarse a casa. También ha conseguido rebasar a dos pilotos e iba alcanzando en ese momento a un tercero, con lo que su moral se eleva hasta las nubes grises que aún riegan el recorrido y descargan sobre los sufridos endureros. Su entusiasmo crece y crece a medida que ve acercarse la trasera de la otra moto, a pesar de llevar a cuestas esos tres revolcones por el barro.

Y así llega a uno de los rastrojos, el punto más rápido, con diferencia, del recorrido. Campo abierto para abrir el gas a fuego en quinta o sexta, puesto en pie sobre los estribos y con el cuerpo inclinado sobre el manillar, mientras la aleta trasera se menea, en un vaivén continuo, con la rueda cogiendo un punto de tracción, para perderlo totalmente en el instante siguiente. 

Así se vive un Cross Country coronando una subida

En uno de esos avatares, el derrote va más allá de la cuenta. La moto se cruza primero, para atravesarse después por completo al orden de marcha. El contramanillar para corregir el desvío resulta tan extremo que parece sentir cómo si la dirección hiciera tope, aunque resulte algo imposible dada la capacidad que ofrece para girar una moto de enduro. El caso es que cuando la KTM desliza cruzada, desde su faro hacia atrás, la rueda delantera también comienza a atravesarse, y por un instante, nuestro hombre siente cómo la moto al completo avanza casi en perpendicular. 

En ese momento, un escalofrío recorre su espalda, tan solo con pensar que ambas ruedas pueden agarrar de nuevo, bruscamente, para catapultarlo al vacío con una buena velocidad. Un auténtico high side de enduro bajo la lluvia que le pone los pelos de punta. Sin embargo la fortuna le sonríe, y en el fotograma siguiente de esa intensa secuencia, la KTM vuelve dócilmente a una trayectoria más o menos rectilínea, con los habituales devaneos del barro.

Así se vive un Cross Country, y así nos lo cuenta nuestro hombre.

Objetivo cumplido

De esa manera tan drástica, nuestro hombre vuelve a su realidad, y a su objetivo para este cross country, que no es otro que utilizarlo como test, como prueba de fuego, de cara a su preparación para la gran prueba de fin de año: La San Silvestre Endurera. 

El objetivo estaba cumplido a esas alturas de carrera y no le restaba, por tanto, otra cosa que dejar pasar el tiempo, sin cebarse, como un mozalbete, en dar alcance a otras motos ni en demás ímpetus competitivos. Sólo acabar, y por supuesto, contarte después a ti, amigo lector, esta historia acerca de cómo de cómo se siente, cómo se vibra, cómo se sufre y también cómo te inunda una inconmensurable satisfacción cuando acaba, cuando se vive desde dentro esta apasionante especialidad: El Cross Country.

Así se vive un Cross Country la inconmensurable satisfacción tras el final

Dos protagonistas

Anotamos en este capítulo aparte, tras el relato, dos protagonistas circunstanciales para terminar de situar al lector sobre el escenario de un cross country. Son la lluvia y el público.

Muchos pilotos previsores tomaron la salida con prendas impermeables o con un equipamiento técnico apropiado para el mal tiempo. Nuestro protagonista, sin embargo, tal vez por creerse un recio motorista, o más bien por ser, sencillamente, un supino descuidado, se metió en la carrera con una camiseta corriente de off road, sin más.

La verdad sea dicha que cuando empezó a llover, ya llevaba buen rato sudando como un pollo; y más tarde, cuando la lluvia continuó durante toda la carrera, entre el barro, la pelea con la moto para no caerse y el regadío de los sudores, aquel chaparrón le traía totalmente sin cuidado. Finalmente, terminó empapado desde la cabeza hasta un atributo masculino tan agazapado que, simplemente, parecía haber desaparecido.

El Público de fondo antes de llover. Así se vive un Cross Country.

El público

Un ingrediente poco numeroso en un enduro completo, si atendemos al punto de vista del piloto, que lo encuentra concentrado, sí, y a veces en un notable concurrencia, también; pero casi siempre en las cronos, o en alguna trialera, mientras que transita por el resto recorrido sin otra compañía que la ocasional de sus propios rivales.

En un cross country, en cambio, el público puede disfrutar de un paso de las motos que se hace continuo, en cuanto apenas ha transcurrido un cuarto de hora de carrera. El aficionado puede colocarse y observar muy de cerca cómo evolucionan los mejores de la especialidad en una variedad de puntos bien surtida; y también, ciertamente, puede ver cómo sufren los menos buenos para vadear las dificultades de algunos pasos, como nuestro propio reportero-piloto. Lo mismo vale para los conocidos y amigos de los participantes, que pueden animarlos prácticamente en la diversidad total del circuito.

Desde el punto de vista del piloto, particularmente del amateur, sentir la proximidad del público representa un extra importante cuando sus capacidades van justas, siquiera para acabar la carrera. No fue el caso de nuestro protagonista, porque el día tomó un cariz tan hostil que al final se hizo, prácticamente, insoportable permanecer parado al lado del recorrido. No obstante, los gritos de sus amigos y familiares inyectaron, cada vez que pasó cerca de ellos, una importante dosis de energía a ese espíritu combativo tan necesario. 

Así se vive un Cross Country. La moto con la que se inscribió SoyMotero.net

Epílogo: San Silvestre endurera

La duración habitual de un cross country es de dos horas; aunque también se organizan de 4 con equipos de dos pilotos. Así será la décima edición de la San Silvestre Endurera, a celebrar el próximo 29 de diciembre, y organizada también por los incombustibles muchachos del Club Rozas Racing. Una carrera diferente por su ambiente festivo, que ya hace tradición, en la que ya está inscrito nuestro incauto reportero, formando equipo esta vez con un buen colega, y dispuesto de nuevo a contártelo para que te sientas metido en el enjambre que formarán las 400 motos participantes.

Así pues, amigo lector: te esperamos en Las Rozas para vivir este espectáculo del enduro, único y multitudinario en la Zona Centro.

¡Se te ocurre una forma mejor de cerrar tu año motociclista!

San Silvestre Endurera, cartel, en así se vive un cross country

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