Desert Spirit: cuatro amigos sobre Triumph Scrambler en Almería


Todo empezó en un bar, ¿no os decía que era un buen comienzo?, cuatro amigos y unos negronis perfectamente mezclados. Entre charla de motos, música y otras cosas, en un momento dado lanzo la pregunta: “¿Y si nos vamos en el puente de mayo a rodar por el desierto con las nuevas Triumph Scrambler?”. Mis contertulios, tras una larga meditación de tres segundos, se apuntaron a la aventura.
Y antes de continuar permitidme que os presente a todo el equipo. Los fotógrafos Alberto García-Alíx y Luis de las Alas, y el arquitecto y pintor Iñigo González Churruca. Impresionantes artistas y motoristas súper experimentados. Todo un lujo de compañeros de ruta y de vida.
Las motos
Lo cierto es que en esta ocasión he jugado con ventaja por dos motivos. Uno, trabajo en Triumph Madrid. Dos, tengo una pequeña casita en La Garrucha, provincia de Almería, por lo que conozco el territorio y las motos bastante bien. Gracias a Paloma Lence de Triumph España, y gracias a Triumph Madrid, pudimos disponer de las dos nuevas Scrambler 1200 XE y XC, y de dos Street Scrambler 900. Ya sólo quedaba ponerse rumbo al sur.
No voy a hacer un análisis de las motos, para eso podréis leer las pruebas que mis compañeros ya han publicado y prefiero más bien transmitiros cómo se comportan en el terreno para el que fueron concebidas. La tendencia del Scrambling nació a principios de los años sesenta en Inglaterra, y básicamente se trataba de adaptar las motocicletas de carretera de la época, en motos que pudiesen desenvolverse con soltura en conducción off-road. Es justo el camino inverso que recorrieron las trail años más tarde.
La receta para conseguirlo fue elevar el tubo de escape, alargar suspensiones, aligerarlas de todo lo superfluo y montar manillares más altos. Este tipo de modificaciones las hacían los propietarios de las motos, hasta que las marcas viendo que se había creado un concepto nuevo, comenzaron a producir modelos Scrambler de fábrica directamente. Los riders americanos, con el mítico actor Steve McQueen a la cabeza, utilizaron estas motos en las carreras del desierto de Mojave y otras pruebas similares.
Y sin ánimo de ser pretenciosos, ya puestos a emular a alguien, a quién mejor que a “The King of Cool”.
Parque nacional del Cabo de Gata
Sé que algún día me arrepentiré de esto que voy a decir a continuación, pero creo que hay pocos lugares en el mundo tan atractivos para montar en moto. Y conociéndolo cómo lo conozco, es un placer poder compartirlo con amigos. Esa fue la primera ruta que hicimos de las tres jornadas previstas en este viaje.
Comenzamos por la carretera que une Mojácar con Carboneras, una delicia de trazado con más curvas que una cuerda en un bolsillo, entre barrancos, ramblas y acantilados sobre el mar. En este tramo nuestras compañeras se sentían en su salsa, especialmente la Triumph 1200 XC, que al tener un basculante un poco más corto que la versión XE, resulta más fácil de pilotar en los cambios de dirección. Las Street Scrambler con su llanta delantera de 19 pulgadas y su nuevo motor de 65 CV no desmerecían en absoluto frente a sus hermanas mayores. Todo es muy sencillo con ellas.
Cada vez que hacíamos una parada, veía en las caras de los chicos cómo estaban flipando con los parajes atravesados. La primera incursión off-road la hicimos bajando desde el faro de Mesa Roldán hasta el descargadero de Agua Amarga, una de las muchas ruinas de obras de ingeniería civil que salpican el territorio almeriense. Viejos vestigios de un próspero pasado en el que la minería era la fuente principal de riqueza de la provincia.
En esta bajada, ya de una cierta dificultad y muy revirada, las Scrambler 1200 con sus suspensiones largas y su llanta delantera de 21 pulgadas no tuvieron una ventaja significativa sobre las 900. Al ser mucho más bajas, permitían ayudarte echando el pie a tierra fácilmente si era necesario.
Estas motos permiten acceder sin problemas a sitios a los que difícilmente podrías con una trail “asfáltica”, y fuera totalmente de su alcance a las de carretera. Calas y ramblas se van sucediendo una tras otra. Pueblos como Las Negras, Isleta del Moro, San José, y parajes como el Valle de Rodalquilar, nos iban ofreciendo unas vistas incomparables del parque nacional.
Desierto de Tabernas y Sierra Cabrera
En un viaje, no todo es montar en moto: siempre hay tiempo para dedicarle a disfrutar de los placeres gastronómicos y culturales que ofrece el lugar visitado. Y en este caso, Almería tiene mucho que ofrecer. A mis amigos les hablé de algunas especialidades de la región, tales como el calamar al aceite, la jibia en salsa y pescados como la Gallineta y el Gallopedro. Ellos, por no hacerme un feo, se vieron obligados a probarlos todos. Se podría decir que nos pusimos cómo El Tenazas.
La siguiente ruta planificada transcurrió por el desierto de Tabernas y la Sierra de Cabrera. Este desierto debe su fama a la multitud de películas que se ha rodado en sus parajes. Especialmente conocidas son las del género Espagueti Western, pero eso realmente solo representa el declive de la historia del séptimo arte en la provincia. Las grandes producciones americanas datan de las décadas de los 50 y 60, con títulos tan importantes como Laurence de Arabia y Patton.
En las innumerables cárcavas y cañones del desierto es dónde salen a relucir las virtudes de las Triumph 1200, especialmente de la versión XE, que dispone de mayor recorrido de suspensiones y más distancia entre ejes. Aquí la diversión está asegurada. Escogiendo los programas de off-road, la electrónica permite a pilotos como nosotros, sin demasiada experiencia en campo, creernos por un momento el viejo Steve en “Un domingo cualquiera”, derrapando en las curvas con una seguridad y un aplomo increíble.
Tras la incursión por el desierto nos dirigimos por la carretera de Molinos de Agua, una pequeña Isla de Man a la andaluza, hasta Turre, donde iniciamos el ascenso a la Sierra de Cabrera por una pista de 40 km hasta Sopalmo. Esta ruta se podría catalogar de nivel 8 en una escala de 10. Los cortados y el camino muy erosionado no permiten muchas alegrías. Así que con calma y a disfrutar de las vistas.
Cada parada en el camino nos servía para dejarnos hechizar por el embrujo de esas tierras áridas y quemadas por el sol, pero de una belleza increíble y salvaje. No hay mejor lugar en Europa, ni motos más apropiadas que estas, para disfrutar de unos compañeros cómo los que he tenido en este viaje.