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Distinto rasero

Fotos: Gas Gas
Yo no soy, ni he sido, ni seré, ya nunca y por desgracia, uno de esos ilustres nombres del motociclismo. Sólo he sido, desde hace ya más de 30 años, un simple aficionado a esto de la moto. Y sí, también practico enduro...

Como buen aficionado (quizá más que aficionado lo mío roce la enfermedad mental) he hecho un poco de todo: velocidad, enduro, un poco de trial e incluso, cuando tenía pelo, hasta alguna carrera, un poco pirata eso sí, de motocross. Ahora, con 45 “tacos” y una cierta experiencia, sigo saliendo al campo con mi moto de enduro y mis amigos, a ritmo de paseo y simplemente como otra forma de pasar el poco tiempo libre que me queda entre trabajo, niños, familia y compromisos que, como diría el Código Civil, tiene cualquier “buen padre de familia”.

Y es curioso: si voy con mi “monovolumen” familiar por la calle, a pesar de que me equivoque y casi haga lo que haga, casi todo el mundo me suele tratar con respeto: pides perdón, que es lo normal cuando cometes un error, y la gente ve a un ciudadano educado y respetuoso que con su coche familiar “ha metido el cuezo”. Sin embargo, me visto “de romano”, saco mi Gas Gas matriculada, asegurada y en perfectas condiciones, me doy un garbeo por el campo y… me convierto en un potencial delincuente, o al menos, en un “macarra” vestido de indio.

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Hace no mucho iba por un camino ancho y liso por el que suelen transitar “domingueros” a punta pala, incluso con coches de turismo. No iba especialmente deprisa ni haciendo barbaridades, de hecho, esperaba al fotógrafo porque íbamos a hacer unas fotos con una moto de enduro para una prueba. Era, por tanto, un día de diario, por la mañana y ni un alma a la vista. Se me cruza un coche: con el brazo por la ventana me hace señas de que me pare y yo, ciudadano responsable, lo hago por si tiene algún problema. Dentro del coche un “chaval” vestido de guarda al que seguramente yo sacaba más de 10 años me dice textualmente: «¡Que te voy a meter chaval, que te voy a meter!». Sinceramente, me subió la sonrisa, me tomé mi tiempo para quitarme los guantes y el casco y, con mi mejor cara y más elegante lenguaje, le respondí: «¿Disculpe? ¿Cómo dice?». La verdad es que le cambió la cara, corrigió su lenguaje e intentó explicarme que si llamaba a la policía me podrían multar porque no podía pasar por allí (incorrecto: es un camino de uso público que conozco hace más de 30 años).

Pero el problema al que quiero llegar no es ese. No es que a un campeón de motociclismo le dejen circular por allí y a mí no. De hecho, y como muchos sabrán, al mismísimo Iván Cervantes le multaron por entrenar en el campo (¿dónde querrán que entrene, en el pasillo de su casa?) y otros muchos pilotos de prestigio han tenido problemas similares. Lo que me molesta es que a ese mismo guarda que me paró aquel día, le he visto por un camino mucho más estrecho y menos transitado dirigiendo una procesión de Mercedes G, Range Rover y otros “sutiles y ecológicamente inofensivos” vehículos de 2.000 kg a menos de 500 m de las casas de la urbanización donde vivo. Su destino: la caza. Y todavía uno le echó morro para bajar la ventanilla y decirnos que «estábamos destrozando el campo». Manda cojones.

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El mayor problema, lo que más me duele es que, legalmente, tienen razón. Ellos poseen una licencia de caza, que con la ley en la mano, les permite circular por allí. Yo no tengo licencia de ningún tipo, aunque me lo estoy pensando: le pongo una “cartuchera” a la Gas Gas en un lado, estilo “caballo de John Wayne”, me compro la escopeta más barata y me voy al campo “a cazar”. Si no cazo nada no le importa a nadie, pero legalmente, ya voy cubierto.

Y pinta mal el asunto. Yo soy de los que aboga por la solución de la famosa y nunca lista “licencia verde”: la idea es que los que salimos en moto al campo tengamos también, como los cazadores, una licencia. Es una idea que incluso Anesdor (la asociación de fabricantes de motos) ha querido poner en marcha. Todos los años oigo que “ya para el año que viene entra en vigor”, pero hasta la fecha, no hay nada. No debe ser cara y, teóricamente, los ingresos deberían servir para planes medioambientales. Esta licencia también impedirá que los que de verdad han destrozado campo, los irresponsables en vehículos que sólo entran de cuando en cuando sin conocimiento ni cuidado, sigan teniendo el asunto complicado.

Pero a los que nos interesa, a los que nos gusta y queremos salir a disfrutar del campo, con todo el respeto que el medio, la imagen de la moto y las personas con las que compartimos la naturaleza merecen, podremos por fin, y tal y como era hace 30 años cuando yo empecé, salir a dar nuestra vueltecita sin restricciones, amenazas ni “dobles raseros”.

¡Licencia Verde ya! porque si no: ¡cuidado chaval, que te pueden “meter”!

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