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Driven: cuestión de honor a más de 800 km/h

Fotos: Youtube
Este cortometraje, dirigido por Michael Z. Huber, representa las cuentas pendientes de la infancia saldadas unos años después. Jack, su protagonista, se vale de una moto caza-récords para superar la friolera de 800 km/h y culminar con éxito su venganza.

La inocencia de la juventud abarca límites insospechados. Cuando somos niños, nos encontramos ante un sinfín de situaciones que moldean nuestra personalidad hasta convertirnos en adultos. Quién no ha tenido en su clase de colegio al típico niño chulo o creído, que se dedicaba a meterse con lo demás y hacer gala de su superioridad. Todos esos niños deseaban, en algún momento de su vida, poder hacerle frente y darle a probar de su propia medicina.

Para los que conocen esta realidad, y también para los que no, el director Michael Zachary Huber ha creado un cortometraje en el que se puede sentir toda esta atmósfera. Además, para alegría de los amantes de la competición y la velocidad, la moto está presente y no es una moto cualquiera. Huber ha comenzado su faceta como director cinematográfico a través de los cortos, aunque sus mejores trabajos han sido como técnico de animación en películas de la talla de Godzilla o Black Hawk Derribado, entre otras.

La historia narra la infancia de Jack, el típico buenazo americano que porta en su cabeza una gorra de un taller mecánico. Le gusta la velocidad, y presume orgulloso de su bicicleta. Sin embargo, llegan los dos abusones del barrio, Biff y Tony, el primero enfundado en una chaqueta de cuero y con aires de matón, mientras que Tony se encarga de reírle todas sus gracias. Ambos son más mayores que Jack, y tienen bicicletas superiores técnicamente, aunque no cuentan con la pericia del pequeño Jack.

Deciden medir sus fuerzas en una carrera, y la encargada de dar la salida es Katie, por quien suspira Jack. Comienza la batalla y se ve que la victoria va a ser cosa de dos, entre Jack y Biff. Biff, como buen abusón, le propina un toque con su bici para desestabilizarlo, pero Jack resiste. Cuando se acercan a la meta, Biff lleva a cabo la jugarreta definitiva. Se echa la mano al bolsillo de su pantalón y saca una navaja con la que pincha la rueda de Jack, que sale despedido y acaba mordiendo el polvo. Biff gana y presume de su victoria con Tony.

En ese momento nos trasladamos como 10 años en el futuro, donde Jack, subido en una motocicleta ultraequipada, surca un desierto a gran velocidad. Su objetivo es batir un récord de velocidad, situado en 800 km/h. En su camino, Jack topa con un coche de policía, en cuyo interior están Biff y Tony, que cuando oyen el rugir de la montura de su amigo despiertan de su siesta y comienzan a perseguirle.

Jack, junto a sus dos abusones.

Poco a poco Jack se acerca a los 800, a la vez que su moto empieza a desintegrarse por la velocidad. Es en ese momento cuando en su camino se cruza un simpático lagarto. Lógicamente no le puede esquivar tan fácilmente a esa velocidad, y Jack pega un giro brusco, logrando salvar al lagarto, pero no a una piedra de gran tamaño. Sale despedido hacia arriba y termina aterrizando de bruces contra el suelo. Se produce una gran explosión al tiempo que llegan Biff y Tony. No dan crédito a lo sucedido y se mantienen a la espera.

De la nube de polvo sale Jack, enfundado en su chaqueta de cuero y con signos de estar algo magullado. Se dirige hacia los dos agentes, y cuando se sitúa a la altura de Biff le entrega un objeto redondo. Biff lo observa, y nos damos cuenta de que es la esfera donde se registra la velocidad, cuya flecha se sitúa justo por debajo de los 800 km/h. Jack lo ha conseguido. Los buenos ganan y los malos pierden, siempre debe ser así.

Jack, en plena escalada hacia su récord de velocidad

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