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El «dieselgate» japonés, un asunto de Estado que aquí pasaría desapercibido

Fotos: RTRMotorcycles, SMN
Más o menos todo el mundo está al tanto del escándalo de Volkswagen, también llamado dieselgate, que salpicó a la industria del automóvil desde los cimientos. Pero los fabricantes alemanes no fueron los únicos afectados y en Japón ha habido problemas, pero mucho menores aunque para ellos ha sido una cuestión de honor y confianza.

Durante los últimos años la industria del automóvil ha estado conmocionada después de que un gigante como el Grupo VAG afirmase haber manipulado sus coches para que las pruebas de gases durante los test fuesen favorables. Investigaciones, despidos, dimisiones, multas millonarias y lo peor, decenas de miles de clientes que se sintieron engañados.

En Japón también ocurrió un caso similar en el que fabricantes de la talla de Mitsubishi, Nissan o Subaru y posteriormente Mazda, Suzuki o Yamaha también se vieron salpicados. Nuestro compañero Voro hizo una interesante reflexión sobre ello en el que una vez más se demuestran las diferencias entre las culturas orientales y occidentales, sobre todo cuando se refiere a entonar el mea culpa y pedir disculpas públicamente, aunque el mal que se haya hecho prácticamente no tuviese repercusión y, en algunos casos, se hiciese por fallo o descuido.

Para que os pongáis en situación, todo el problema japonés vino por las pruebas aleatorias que hacen a sus vehículos en las propias factorías para comprobar que los motores cumplen las normativas de emisiones. Para ello, es el propio fabricante el que pone el vehículo a prueba según los protocolos estandarizados comprobando que están dentro de los márgenes establecidos.

Moto en banco

Sin embargo estos fabricantes, en algunas ocasiones de forma intencionada y en otras simplemente por una mala formación de las personas encargadas de hacerlo, cometieron errores durante los protocolos realizando estas a velocidades diferentes a las establecidas. Aunque los vehículos pasaban la normativa, las pruebas arrojaban resultados más favorables y cercanos a los ideales que a los reales. Aunque, repetimos, en la mayoría de los casos no suponía problema pues estaban dentro de los márgenes.

Cuando fue descubierto se investigaron los vehículos que se habían manipulado durante las pruebas y, se llegó a la conclusión de que no necesitaban modificarse como el caso de los Volkswagen ya que sus emisiones eran las permitidas aunque los resultados anotados variaban levemente. Tres eran fabricantes de coches pero Yamaha también se vio afectada por ello.

Para que lo veamos en perspectiva, el dieselgate alemán de Volkswagen afectó, aproximadamente, a 11 millones de vehículos sin contar otras marcas que también han incurrido en estrategias similares como Mercedes. En el caso de Japón, Suzuki fue la marca que más resultados manipuló, aproximadamente 6.000 vehículos desde 2012. Es decir, unos 1.000 coches por año de los casi 13.000 a los que sometió a pruebas.

En el caso de Mazda su numero es menor, sólo un 4% (se habla de 72 coches entre 1.472 unidades) y para Yamaha, de todos los vehículos en los que se realizaron pruebas, sólo un 2% de estas unidades presentaban desviaciones en los resultados. Como podemos ver un número realmente bajo, pero teniendo en cuenta que seguían siendo legales para su uso según las leyes. Pero menoscabaron la confianza del Gobierno japonés y también de la gente.

Aquí es donde realmente encontramos las diferencias. Mientras en Europa se negaba categóricamente el fraude hasta que posteriormente se demostró el mismo, los fabricantes japoneses se disculparon inmediatamente y tomaron medidas para que esto no pudiese volver a pasar, de forma intencionada o no. Para ellos ha sido una cuestión de honor, uno de los pilares fundamentales de su sociedad. El mismo caso aquí no había trascendido. Triste pero cierto.

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