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El Sueño del Señor Grau

Correr en la Isla de Man es sin duda, y cada vez más, el mayor reto que se puede plantear a la valentía de un piloto, por no mencionar otros aspectos; de hecho, la idea se cruzó una vez por la mente del autor de este artículo para apartarla, muy lejos, al instante siguiente. El TT es un reto imponente, quién lo duda; pero correr allí con 72 años y sobre un monstruo bestial de otro tiempo es un verdadero sueño que sólo está al alcance de un seleccionado grupo de superdotados. Benjamín Grau es sin duda uno de ellos.

Fue hará cosa de cuatro o cinco años, cuando le hice una entrevista panorámica en la coqueta pizzería que regentaba. Me había enterado de que un tiempo atrás había participado en las 24 Horas de Montmeló, formando parte de un equipo con tres pilotos y habiendo cumplido entonces 63 años. La pregunta casi le ofendió. “Pues claro. Claro que las acabé”, me respondió con un punto de vehemencia y un tanto sorprendido.

Hace unos días y ahora con nada menos que 72 años, ha vuelto a participar en otra carrera, en otro circuito, pero con una perspectiva bien distinta. Porque no vaya a pensar el lector que nuestro protagonista se presentó en el circuito de Alcarrás de una manera testimonial o como mero figurante. No, en absoluto. Ahora ha corrido con un ambicioso objetivo, y yo diría que sumamente elevado. Esta carrera pasada en el circuito ilerdense tan sólo representaba un trámite para ¡engrosar su palmarés de 2017!

Así es, porque, por sorprendente que parezca, Benjamín Grau, el Hombre del Parque, con sus victorias en las 24 horas de Montjuich a lo largo de los setenta, y también con su protagonismo en aquellas enconadas batallas frente a su rival natural, el 12+1, que representaban el traslado de los Madrid-Barça (por nombrar uno delante) a los circuitos del Campeonato de España; sí, Min Grau, el piloto de Sants, la figura emblemática del motociclismo escrito en la historia de la Ciudad Condal, se cayó días atrás en la carrera de Alcarrás dándolo todo, de la única manera en la que él sabe correr. Horas después de la caída, el bueno de Min, collarín en ristre y con el cuerpo cableado, enviaba una sonrisa entusiasta desde su lecho en el hospital a todos sus amigos para decirles que sigue adelante con su objetivo del TT. Así es, porque el Señor Grau pretende correr ni más ni menos que en el circuito de la Isla de Man.

La cuestión es que, desde hace algunos años, un servidor tiene metida entre ceja y ceja su participación en las 24 Horas de Montmeló, y parece que en esta próxima edición de 2.017, con 59 años de edad, ese sueño se va a cumplir. Sin duda, mi pretendido espejo, mi héroe durante la preparación para esta carrera, será el Señor Grau. Es algo de lo que no me cabe la menor duda, sencillamente porque me resultaría imposible borrar la imagen de Min sobre aquella Ducati NCR bajando a tumba abierta, y rozando la empalizada que hacía de antesala a la curva del Museo. Una imagen que sin duda aparecerá en más de una vuelta de mi carrera, traída en la litografía sobre la que quedó grabada en la memoria, cuando alcance la frenada en la que acaba la recta de Montmeló. Por nombrar otra, estoy seguro de que también, cuando llegue, una y otra vuelta, a la incertidumbre con la que remata el curvón de Montmeló, se plantará en mi mente, desde el año ’78, la instantánea del Señor Grau haciendo la curva del Teatro Griego, con una tumbada imposible sobre la rueda delantera cogida por un hilo a aquel contraperalte de vértigo.

Min Grau sobre una Ducati NCR en 1978

Y si por fin este año resultara que un servidor fuese uno de los afortunados que cruzarán la meta, la admiración que uno siente por el Señor Grau formará parte de ese cóctel de emociones: euforia, alivio, satisfacción y una inconmensurable alegría; sin dejar de recordarme también que, por muy exultante que viviera ese momento festivo, debería de contenerme aún dentro del modesto reducto de los mortales, reservando el de los héroes a personajes de leyenda como él, que acabaron la misma carrera no sólo siendo 4 años mayor que yo, sino sobre todo rodando dos horas más en pista; eso sin olvidar nunca que cuando él ganaba las 24 Horas en El Parque, lo hacía con el apoyo de un solo compañero, en un circuito mucho más machacón y trabajoso, e infinitamente más peligroso.

Ahora, al pensar en la nueva proeza que se propone el Señor Grau y recordando quién fue y el desbordante entusiasmo que proyecta siendo un heptagenario en la actualidad, no me cuesta imaginarle volando sobre Crosby o sobre Ballacraine, por mucho que puedan sorprenderse los lectores más jóvenes, o los flacos de memoria; incluso me resulta fácil verle peleando en Glen Helen para mantener a raya un monstruo como la Yamaha OW31 de 750 y 2T, con la que dicen pretende participar; una moto que constituye otra leyenda de la velocidad y que por sí sola merece un extenso y detallado reportaje.

¡Ánimo, Señor Min!

¡Gas, mucho Gaaaasssss!

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