Si algo aprendemos prácticamente desde que nos movemos en una bici (porque para aprender a andar en moto, hay que saber andar en bici), es que debemos tener mucho ojo con las marcas viales y las hojas de los árboles cuando se acerca el otoño. Cualquiera de ellas, en combinación con un suelo húmedo, hace que tengamos bajo nuestras ruedas el mismo agarre que sobre el hielo, lo que a priori no parece el mejor de los escenarios para circular.
Ahora pensemos en una calle atestada de tráfico en Bélgica, y un usuario de un TMAX que decide que es buena idea ir a una velocidad claramente demasiado elevada para poder hacer frente a un imprevisto (coche que gira, puerta que se abre, moto que aparece). Tras superar al motorista que graba, pisa las hojas que se acumulan pegada al bordillo de la mediana y a partir de ahí, ocurre lo que era de esperar.
La rueda trasera (e incluso la delantera) se deslizan, el conductor pierde el control de su scooter (ir con los pies en las estriberas del pasajero, mola pero no ayuda), y acaba saliendo catapultado hacia adelante. El scooter golpea un taxi y da varias vueltas antes de detenerse un poco por detrás de él.
Como era de esperar, el atuendo tampoco era el más adecuado. Pantalones cortos, playeros, camiseta de manga corta y sin guantes. Por suerte lleva un casco integral (pero nos la jugamos a que no correctamente abrochado). Además de la reparación del vehículo, tendrá que hacer frente a unas cuantas quemaduras.
Está claro que todo el tiempo que pensaba que iba a ganar adelantando el atasco, lo ha perdido recogiendo la moto, arreglando el parte de accidente y seguramente, esperando a la grúa. Las prisas no son buenas.