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Gran Premio de Aragón 2015: la hora de la afición

Fotos: Motorland Aragón
Los periodistas ofrecemos nuestro enfoque de las carreras desde un punto de vista que los aficionados no siempre comparten. Para empezar, nosotros nunca nos ponemos en su lugar. Ahora es el momento de saber lo que opinan ellos.

Los periodistas no nos ponemos en el lugar del aficionado por el sencillo motivo de que lo que quieren los que asisten a las carreras es que les descubramos las cosas que ellos no pueden llegar a conocer. Ese es, básicamente, nuestro papel. Pero también es bueno para conseguir un enfoque global de una carrera saber cómo viven los aficionados el día a día en un Gran Premio.

Aragón fue en 2014 el cuarto Gran Premio español en número de asistentes, con 112.331 espectadores a lo largo de los tres días de competición. Puede parecer poco comparado con las cifras de Jerez y Valencia, pero fue bastante más que Mugello, Misano, Motegi o Phillip Island. Su situación, casi equidistante de Barcelona y Valencia, concede a los aficionados de esta zonas una cómoda y accesible segunda oportunidad de acudir a un Gran Premio, y muchos aprovechan para hacer el doblete.

Pili llega desde Barcelona. Esta es su primera visita a Motorland, aunque ella habitualmente va al Gran Premio de Cataluña porque lo tiene “a diez minutos de casa”, así que esa siempre es una cita inevitable. Alguna vez ha ido a Jerez, y siempre en tienda de campaña. “Me alojo normalmente en campings, y lo que me gusta de Aragón es que es menos masivo que la carrera de Cataluña”, dice. Su impresión de Motorland es positiva: su localidad, “pelouse”, está bien situada y tiene pantalla gigante para poder seguir el desarrollo de la carrera. “Lo malo es que faltan puertas, hay pocas puestas y tienes que andar mucho para acceder”, se lamenta.

Montsant, que viene y va cada día desde su casa en un pueblo de Tarragona, no es la primera vez que acude a Motorland, y le gusta el circuito. Pero tiene una pega: “El aparcamiento está mal organizado”, se queja. Ella tiene la ventaja de la proximidad, así que esta es una carrera cómoda desde su visión como aficionada.

Para otros, la lejanía es un aliciente. Paco, Luis y Rafa son tres amigos que se pueden permitir el lujo de cogerse unos días para disfrutar con comodidad de las carreras. Llegaron desde Madrid, el jueves, en sus motos deportivas y por la carretera de Molina. “Hemos venido varias veces. Nos gustan las carreras, pero también disfrutamos el viaje”, dicen con convicción. El Gran Premio se convierte para ellos en una excusa perfecta para hacer una buena ruta. Viajan ligeros de equipaje y duermen en hotel. “El Gran Premio está bien organizado en sus accesos, no hay demasiado atasco en las entradas, pero el circuito es tan largo que tenemos que aparcar bastante lejos”, repitiendo la queja común.

La carrera en ocasiones es la excusa para perderse por la zona. Clara y Fran viajan en su maxitrail con comodidad. Es su segunda visita a la zona. En la primera, el desconocimiento y la dificultad en localizar alojamiento les llevó lejos de Alcañiz, a Valderroblres, en la zona de Matarraña. “Cuando vimos en el mapa lo lejos que estábamos nos dio rabia, pero fue el único alojamiento que encontramos. Pero lo que creíamos que era una auténtica faena terminó siendo como una bendición, porque descubrimos una zona maravillosa que desconocíamos”, dice Clara. Este año repiten en Valderrobres. Llegaron el sábado, con calma, y se han planificado dos relajados días de turismo por la zona, para el lunes y el martes.

Más de 1.300 efectivos de la Guardia Civil se han desplazado a Alcañiz con motivo del Gran Premio, organizando un dispositivo sin precedentes en la historia de los Grandes Premios españoles. Nunca antes hubo tantos agentes patrullando. Incluso se han traído un Pegasus. ¿Es necesario tanto?

“El problema es que estamos muy dispersos por la zona y lo normal es terminar desplazándose hasta Alcañiz, que es donde está todo el ambiente. Y en el trayecto es fácil que te animes y te cacen”, dice Carlos, de Madrid, que se aloja lejos de Alcañiz. “Asustan bastante con tanto despliegue, y parece que estamos todos descontrolados, pero creo que le gente no desparrama más que en otros Grandes Premios, asegura Toño, veterano aficionado leonés que conoce todas las carreras españolas.

Alba es una niña que ha llegado a Motorland con su padre. Como casi todas las jóvenes aficionadas, está loca por Márquez. Luce orgullosa una gorra firmada, su mayor tesoro, conseguida después de una larga espera. “Yo pienso que los pilotos deberían ser más respetuosos con los aficionados. Tenían que salir todos a firmar y establecer un horario de firmas, pero salen un poco, y al final no todo el mundo termina satisfecho”, dice su padre, un veterano aficionado que ha visto el Mundial de Resistencia en Le Mans y el Bol d’Or. “Allí los pilotos te atienden más tiempo, es diferente. Aquí, cuando salen, esto es peor que la guerra, y hay muchos niños que apenas ven nada, los empujan. Hay que cuidar esos detalles”, se queja.

Pero a pesar de los empujones, las colas y las esperas, la sensación es positiva. Y una vez situados en sus localidades, todo se olvida mientras aguardan a que el semáforo se apague…

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