La percepción del riesgo en la ciudad

Pero el riesgo para el motorista existe más allá de carreteras y guardarraíles, incluso a velocidades que en otros vehículos son más que razonablemente seguras. Estoy hablando de la ciudad, el territorio “comanche” por excelencia, la “jungla del asfalto” en la que todo vale y por supuesto en la que, como en el reino animal, el más débil se lleva siempre la peor parte. ¿Y quién es el más débil? Pues precisamente nosotros, los motoristas.

Casi nadie mira por el espejo antes de bajar de un coche.
Adolescentes inmaduros a bordo de su ciclomotor, convalidados de coche que conducen sus motos ajenos a todo lo que les rodea, gente de todas las edades a los que les importan un pito las motos, pero que las usan porque son el único medio razonable para moverse por la ciudad; en definitiva ha surgido una nueva hornada de motoristas faltos de formación, motivación y experiencia que constituyen la nueva “carne de cañón” de la jungla urbana, un colectivo cuyo acceso fácil a la moto se ha basado en argumentos económicos e incluso políticos por encima de elementales consideraciones de seguridad vial. Y así nos luce el pelo.
Más de la tercera parte de las muertes de motoristas en España y la mayoría de heridos ocurren en zona urbana.
Porque en la ciudad parece que el riesgo no existe, con la peregrina excusa de que las velocidades son moderadas, una apreciación absurda que desmienten las frías estadísticas: más de la tercera parte de las muertes de motoristas en España y la mayoría de heridos ocurren en zona urbana. Y es que así como un guardarraíl asesino puede partirte en dos a sólo 30 Km/h, también un accidente de moto en la ciudad a la misma “estratosférica” velocidad es capaz de arrancarte la vida. Sin embargo demasiado a menudo el motorista urbano no es consciente de que cada día se mueve al filo de la navaja, rodeado de colosos de metal dispuestos a aplastarlo al más mínimo error. Circula a lomos de su moto creyéndose invulnerable, confiando en que los demás vehículos van a tenerle en cuenta, serán capaces de verle e incluso se apartarán ante su presencia. ¡Ingenuo, más que ingenuo!

Los coches no perciben bien la velocidad a la que se acercan las motos y cortarán nuestra trayectoria.
Desplazarse en moto por la ciudad es un asunto demasiado serio para tomárselo a la ligera, y más en un país como el nuestro donde la educación vial brilla por su ausencia, los coches no te respetan, las autoridades sólo piensan en multarte y las infraestructuras urbanas (baches, suciedad, pintura deslizante, bordillos amenazadores, obstáculos de toda clase que te impiden la visión, …) al igual que los guardarraíles, parecen diseñadas adrede para acabar contigo a las primeras de cambio.

Nunca debemos bajar la guardia en las intersecciones.
Desde aquí hago una llamada a quien corresponda para que de una vez se prepare de verdad al futuro conductor de moto antes de salir a la calle, cueste lo que cueste, y si eso supone vender menos motocicletas considerémoslo un mal menor. Porque la vida humana no tiene precio.