Publicidad
[the_ad_placement id="adsense-mega-2-mobile"]

La vida según San Francisco

Una lección de vida
Fotos: Marcel Barrilero
Me cuesta mucho escribir teniendo el corazón a flor de piel. Cada pulsación sobre el teclado es una lagrima, un paso en falso. Pero debo hacerlo. Tengo que mostrar lo que siento a todo el que lo quiera escuchar. Es una lección de vida.

Hay infinidad de anécdotas que harían que todo el mundo se descojonase, muchas de ellas de sobra conocidas por el público, pero voy a contar una que creo que refleja a la perfección tu personalidad. Hace unos años, junto a mi amigo Manuel Pecino, comenzamos un pequeño programa de radio en Vinilo FM, la más modesta de las emisoras nacionales.

Tú habías estado haciendo “No somos nadie” con Pablo Motos, siendo lideres de audiencia en las mañanas. Y sin embargo aceptaste colaborar en nuestro humilde programa, sin cobrar un duro. Sólo por echarnos una mano. Por supuesto nos hiciste sudar sangre cada vez que anunciábamos tu presencia. Estaba ya en el aire la sintonía del programa y no teníamos noticias tuyas. Pero, era comenzar a saludar a la audiencia y verte aparecer por la pecera y en directo decirme “Gordo déjame dinero para el taxi”. Porque tú eras de sangría lenta. Tus sablazos eran de “a poquito”, con una habilidad digna de estudio. Impuntual, pero nunca me dejaste colgado.

Recuerdo otra ocasión en la que me llamaste para que fuese a tu casa, “trae cervezas” era siempre la frase final. Cuando me abriste la puerta estabas hablando por tfno. con el productor de la obra que representabas en ese momento y parecía una discusión seria. Con una seña me indicaste que pasase al salón, mientras tú seguías hablando. Y allí me quedé jugando con tu perrita, mientras te escuchaba hablar caminando por toda la casa. Transcurrido un buen rato dejé de oírte. Estará en el baño pensé. Pero pasando ya más de quince minutos te llamo y no contestas. Ya preocupado me pongo a buscarte por toda la casa, y ni rastro de ti. Cojo el tfno. te llamo y me contestas; – “¿Qué pasa gordo, ¿dónde estás?” – Pues dónde me has dejado, en el salón de tu casa, ¿y tú? – “¿Dónde cojones quieres que esté? En el bar.” En el transcurso de la conversación telefónica te habías pirado de casa, dejándome a mí allí.

En fin, recuerdo que en una ocasión hace muchos años me dijiste; “Gordo, yo me puedo morir mañana y no me pierdo ya nada”. Y tenías razón.

Te bebiste, te metiste y te tiraste lo que no haremos en diez vidas ninguno. Has sido un devorador de vida, un genial cómico y un gran tipo.

Tú mismo pronunciaste el epitafio perfecto para ti, con esa gloriosa “morcilla” que metiste en “Orquesta club Virginia”, para mí tu mejor película, y que decía así; “Tranquilas, que hay polla para todas”.

No olvidaré nunca tu elegancia, tus educadas maneras y tu franqueza.

Hasta siempre gordo.

Relacionados

Lo último

Lo más leído