La noticia reciente es que la ciudad de París ha confirmado su intención de prohibir la circulación de coches diésel en 2024 y también de gasolina en 2030. La alcaldía parisina había hecho anuncios antes, pero desde la semana pasada esto es un hecho (que también podría cambiar, pero digamos que van en serio). La intención de esta medida es que la capital francesa deje así de ser emisora de dióxido de carbono (entre otros gases), aunque ya ha tenido réplicas dudando de la eficacia de esta medida, y tachándola de demagoga. El propio presidente del grupo PSA, Carlos Tavares, afirmó que esta obsesión política con el coche eléctrico está equivocada porque nadie parece pensar seriamente en el largo plazo. Es decir, en las emisiones y otro tipo de contaminación que implica fabricar coches eléctricos (y más concretamente sus baterías), y también en las emisiones que se generan al producir la electricidad necesaria para cargarlos, cuando además hay una tendencia a cerrar centrales nucleares.
El propio Gobierno francés ya había anunciado el pasado verano que pretendía prohibir los vehículos diésel y de gasolina para el año 2040. Unos y otros apuntan al rápido desarrollo del vehículo eléctrico y a la creciente oferta de transporte público y compartido, además del número también creciente de carriles bici y del uso de la propia bicicleta en la ciudad. Aunque se habla de prohibición, cuando se pregunta lo políticos hablan más bien de “metas”, es decir objetivos que les gustaría alcanzar sin dejar claro que vayan a establecerse prohibiciones. París ya ha pasado por varios episodios de alta contaminación en los que ha tenido que limitar mucho la circulación, ofreciendo a cambio transporte público gratuito. Como sabemos en Madrid ya ha ocurrido algo parecido, llegando a limitar el tráfico de la mitad de coches (por matrícula), permitiendo siempre circular a las motos además del transporte público.
¿Y las motos?
Pensando en esos planes futuros de limitaciones, es la pregunta que nos hacemos y a la que por ahora no hay respuesta. Según cómo se interpreten estas futuras prohibiciones, las motos como vehículos de combustión a gasolina deberían quedar prohibidas igual que los coches para 2030 en París o 2040 en Francia. Sin embargo la evolución de la limpieza de las emisiones de las motos ha sido en los últimos años notable: desde el año 2000, con la entrada en vigor de las progresivas norma Euro hasta la actual Euro4, el descenso es de hasta un 90 por ciento. Concretamente las emisiones de monóxido de carbono han bajado un 91 por ciento y las de óxidos de nitrógeno un 92 por ciento. Esto se muestra en la actual normativa parisina, que ya limita el acceso de motos matriculadas antes de junio de 2000 al considerarlas demasiado contaminantes, algo parecido a nuestras etiquetas medioambientales.
En cuanto al CO2, que no es contaminante en sí pero es la huella que deja cualquier vehículo que queme combustible y contribuye al cambio climático por efecto invernadero, las emisiones de una moto actual son las equivalentes a las de un pasajero de autobús (moderno) que vaya completo (unos 70 gramos de CO2 por kilómetro). Pero la moto nos lleva con total libertad y va siempre “llena” (y con pasajero ahorra más proporcionalmente). Además, al ser más ágil completa los recorridos en menos tiempo y su huella es menor a largo plazo. Y por supuesto ocupan mucho menos espacio aparcadas o en marcha que los coches.
¿Llegará el día en que prohíban coches diésel y de gasolina, y los únicos que usemos las gasolineras seamos los motoristas? Pues es posible que así sea si las intenciones políticas siguen por el camino que van en Francia…
