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Miquel Silvestre: «Los motoaventureros no somos héroes ni mártires»

Fotos: SoyMotero.net
Charlamos con Miquel Silvestre, escritor y viajero empedernido, acerca de su último libro y proyectos futuros sobre dos ruedas.

Silvestre en dos palabras

¿Hay tribu en el mundo del motociclismo?

Por supuesto. Por ser motociclista he sido ayudado por otros motociclistas, y yo he hecho lo mismo. Una moto parada es un signo claro de que algo puede ir mal. Hay que preguntar siempre si todo va bien. Espero que esa solidaridad no se pierda nunca aunque vengan muchas personas nuevas al motociclismo.

¿En qué piensa un devorakilómetros mientras conduce?

En todo. Desconozco esa habilidad para desconectar de los que meditan. Ellos dicen que meditar es dejar de pensar. Yo soy incapaz de hacer eso. Mi cabeza bulle continuamente y en la moto tengo mucho tiempo para recolocar mis pensamientos.

Para un escritor, ¿Internet es una vía de venta o más bien un medio de expresión global, sin límites?

Internet es Dios, pero todavía no ha aprendido a sostenerse sobre sus pies.

¿Qué te gustaría leer en los medios especializados?

Relatos de viajes que inviten a soñar, a superarnos, a conocer mejor otros lugares y a nosotros mismos. Viajes contemplados de un modo más humano que deportivo o turístico.

¿Va el sector de la moto tan mal como lo pintan?

La Administración desdeña el motociclismo más por prepotente ignorancia que por malicia. Los políticos que tenemos son necios, soberbios e incompetentes. Y me quedo corto.

¿Existe el viaje perfecto o está aún por llegar?

El comienzo de un viaje es siempre una promesa. Dejemos que el futuro nos sorprenda.

¿El motero se jubila? ¿Te ves dentro de 20 años sobre dos ruedas?

Mi padre tiene 72 años y todos los días monta en moto. Afirma que es una magnífica gimnasia mental que le mantiene el cerebro rápido de reflejos. Viéndole me doy cuenta de que tiene razón.

En tus obras recurres mucho al humor y el cinismo. ¿Te consideras un provocador?

No, no es mi propósito provocar, pero tampoco dejo de decir lo que pienso porque pueda molestar a alguien. La vida es demasiado corta como para pasar de puntillas.

¿Qué se aprende viajando en moto?

Quien eres en realidad.

Has viajado por casi todo el mundo. Más de sesenta países hasta la fecha, algunos tan convulsos como Irak, Libia, los Territorios Palestinos, Zimbabwe o Mauritania. Hablemos primero de tus viajes. Solo o acompañado. ¿Cuál es la mejor forma de viajar para ti?

Yo viajo siempre solo. Viajar solo tiene ventajas como ser libre de decidir cuándo salir y parar, qué camino tomar, qué lugar visitar o donde dormir. Además, uno es el único responsable de sus errores y aciertos. Pero cuando se viaja solo se corre el riesgo del egoísmo. Hay que tener cuidado con la tiranía del Yo. Viajar solo supone ejercer un poder absoluto que puede corromper por completo. Nadie te contradice, nadie expone otro punto de vista. Si solo escuchas tus propios pensamientos, llega un momento en el que puedes creer que tienes siempre razón. Conviene estar abierto a perder tiempo con los demás, a charlar y aprender. Durante los viajes serán muchas las ocasiones para relacionarse con desconocidos. Es mucho más fácil que los locales te abran sus puertas cuando estás solo que cuando viajas en grupo. Un motorista solitario es siempre motivo de curiosidad y nunca se ve como una amenaza.

¿El viaje es una inspiración literaria o el alimento del espíritu nómada?

Cuando salí de mi casa hace casi cuatro años dejando atrás un buen trabajo y una vida cómoda, no tenía la menor intención de viajar en moto por el mundo ni de ser un aventurero. Simplemente no me gustaba lo que hacía porque me robaba el alma y el tiempo para lo que de verdad me gusta en la vida: escribir. Solo quería tranquilizar mi ritmo y retirarme a Irlanda a escribir una novela. Salí de viaje con mi moto y primero fui a Italia, luego crucé Francia, Irlanda, Isla de Man, Inglaterra… No acababa de encontrar un sitio estable porque me sentía más cómodo sobre la moto. Crucé USA de costa a costa y luego África casi por casualidad. Entonces descubrí que no era yo quien buscaba un argumento para una novela, sino que la gran novela de la vida me estaba buscando a mí. Lo que estaba viviendo era mucho más fantástico que cualquier ficción que yo pudiera imaginar. Un millón de piedras es un libro que ya existía antes de que yo lo pensara. Casi podría decir que él me escribió a mí.

Qué fuiste primero, ¿escritor o motero? Háblanos de tus inicios.

Aprendí a montar en moto a los ocho años sobre una Cota 25 que me regaló mi padre. Escritor, en el sentido de escribir con vocación definida de ofrecer parte de uno a los demás en un acto impúdico de desnudez espiritual, también lo fui muy joven. Empiezo a publicar a los veintitantos. Pero el afán quizá sea anterior y no de un modo consciente, pero sí recuerdo que siendo niño garabateaba remedos de todas las historias que leía porque de ese modo pretendía revivirlas, estirarlas, alargar un poco más su magia y hacerlas mías. Y leía mucho, pues mis padres tenían una librería y ése era mi mejor juguete. Aparte de la Montesa, claro.

Háblanos de tu último libro. Acabas de lanzar la segunda edición de «Un millón de piedras», ¿qué destacarías de su contenido adicional?

La segunda edición añade Mali y el relato de cómo repatrié la moto a España, pero ya que preguntas por mi obra, ésta abarca mucho más que «Un millón de piedras». He publicado 4 novelas, un libro de relatos y decenas de reportajes, algunos en medios tan serios como ABC o El País. La moto es un medio, no un fin. Me permite llegar adonde quiero y además disfrutando, pero lo que de verdad importa es contar algo y viajando en moto, puedo sumar a la historia que encuentro la que estoy viviendo para llegar allí. Cuando, por ejemplo, hablo del embajador del XV Ruy González de Clavijo en Samarcanda, me puedo poner a su lado en el artículo y hablarle de tú porque yo también he llegado al corazón de Uzbekistán día a día, sufriendo quizá penurias parecidas y viendo los mismos paisajes que él vio. De algún modo me considero un explorador a la búsqueda de las huellas de otros exploradores.

¿Cuáles son las piedras del camino para un motero?

Las piedras más peligrosas para un motero, las más odiosas, son los ciegos voluntarios, los que no quieren ver que somos frágiles y que pagamos los mismos impuestos que ellos y, por tanto, tenemos el mismo derecho a circular sin que nos asesinen. Me refiero a los que se creen únicos dueños de la vía, bien como funcionarios incompetentes, bien como enlatados insensibles. Los que se saltan semáforos, los que salen sin mirar, los que no respetan la distancia de seguridad. Vaya mi desprecio para todos aquellos que se niegan a comprender que un motorista no tiene dos oportunidades ni chapa alrededor. Luego vienen los lamentos, el “no lo vi”. Pero quien queda tendido en el asfalto es siempre el de las dos ruedas.

Existen viajes de género, como la novela negra, de aventuras, policíaca, satírica, etc. Catalóganos tus viajes.

Mis viajes tienen bastante del género tonto, pues soy un desastre planificando y cometo muchísimos errores. No tengo paciencia para buscar información sobre la ruta, los requisitos, los problemas políticos, el clima o las carreteras. Me aburre esa parte del viaje, aunque sé que hay gente que la disfruta mucho; pero yo estoy completamente ocupado con mis actividades diarias y no me preocupo hasta que ya estoy viajando. Pienso que iré resolviendo los problemas según vayan surgiendo y eso me convierte en un viajero algo idiota demasiado dado a la improvisación.

Miquel Silvestre en el acceso a Irán con su BMW

En la frontera de Irán, siguiendo los pasos de los diez mil de Jenofonte.

¿Por eso titulaste ‘Aventura en moto y el aventurero idiota’ la charla que impartiste el pasado 19 de febrero en Toledo?

Efectivamente, pero titularla así tuvo también un propósito desmitificador. Los motoaventureros no somos héroes ni mártires. No salvamos el mundo ni vamos en misión militar; vamos a pasarlo bien. Punto. Creo que en esto del aventurerismo no se deben hacer glorificaciones, ya sea por subir ochomiles, ya sea por cruzar Irak en moto. El viaje de aventura es una modalidad de ocio exclusivamente occidental. Es, en mi opinión, una actividad algo idiota. Sólo el urbanita bien alimentado paga por pasarlo mal. Los africanos que cruzan el Sahara y el Estrecho de Gibraltar, o los mexicanos que atraviesan el Río Grande, no buscan aventuras y jamás se llamarían así mismos aventureros, pero a ver quién es el guapo que les supera en valor. Ellos odian la aventura, la incertidumbre; preferirían mil veces un viaje más cómodo, menos caro y arriesgado. Un pasaje en primera a poder ser. Y sobre todo, preferirían una recompensa cierta al llegar. Sin embargo, los aventureros occidentales deseamos enfrentarnos a las dificultades. Encontramos verdadero disfrute en superarlas. Es el juego del cuanto peor, mejor. A mayores adversidades, mejor y más intenso el goce. Es un juego un tanto ilógico, casi masoquista, un juego, reconozcámoslo así, un poco idiota.

¿Tienes alguna explicación para este fenómeno?

Las razones para que este afán de aventura constituya ya verdadera fiebre son tan diversas, variopintas, mudables y variadas como lo son los propios aventureros. Su mero esbozo requeriría un completo tratado de psiquiatría, psicología y sociología que no tengo ni ganas ni capacidad de hacer. Un filósofo contemporáneo habla de la contraposición entre placer y confort. Para sentir placer necesitamos el no-confort. Se disfruta de comer o beber cuando se siente hambre y sed. Se disfruta de la calefacción cuando se siente frío. A medida que nuestras sociedades son más y más confortables, es más difícil disfrutar. Quizá por eso busquemos vacaciones de ese confort para volver a sentir placer por comer arroz cocido, beber agua apenas potable o abrigarse con un saco de dormir. En cualquier caso, sean estas u otras las razones, no me corresponde a mí descubrirlas. El hecho cierto es que cada vez somos más los que deseamos vivir la aventura y visitar los destinos más exóticos, difíciles y lejanos.

Miquel Silvestre con la polícia de Erbil, Irak

Con la policía de Erbil, en el norte de Irak.

¿Es el hombre-moto inculto, sin afán de leer, o eso va por barrios?

El hombre-moto es un hombre-inquieto. La inquietud vital se manifiesta de muchos modos, pero se traduce casi siempre en curiosidad… y los curiosos suelen leer. De lo contrario, tanto Ted Simon como yo estaríamos perdiendo el tiempo, y creo que no es el caso. El hecho de que me estés entrevistando creo que confirma mi teoría ¿no te parece?

¿Hay lugar en los viajes para leer?

Confieso que yo no lo encuentro. Tengo una serie de ritos diarios en mis travesías y agotan todo el tiempo disponible. Escribir el diario de viaje por la mañana, salir a hacer footing durante 40 minutos, pilotar la moto durante horas, fotografiar, disfrutar del momento, o sufrirlo si estoy cansado, llueve, hace frío o sopla el viento, y al final de la jornada, encontrar alojamiento, buscar algo de cenar y uno o dos litros de cerveza que me ayuden a dormir hasta en el peor agujero, y lo consigo… caigo rendido cuando se hace de noche y me despierto al alba.

¿Próxima parada?

Si todo va bien, espero cerrar un Nueva York-Finisterre yendo hacia el oeste saliendo ya este verano. Del comienzo del nuevo mundo al final del viejo mundo. Esta es la primera vez que anuncio un proyecto, pues siempre he sido partidario de vender la piel del oso después de haberlo cazado. No critico a quienes publicitan con meses de adelanto sus proyectos, pero yo tiendo a ser prudente con lo que digo porque un hombre es esclavo de sus palabras y amo de sus silencios, pero en este caso tengo que anunciarlo para ver si eso me ayuda a conseguir nuevos patrocinios, pues otra vez tendré que dejarlo todo y vivir al menos un año en la carretera, algo que, lo confieso casi con rubor, me causa verdadera ilusión.

Próximas presentaciones de «Un millón de piedras»

Miquel Silvestre, autor de «Un millón de Piedras»

Miquel Silvestre durante la presentación de su libro en Librería De Viaje, en Madrid.

Tenéis la oportunidad de escuchar las vivencias, reflexiones y anécdotas de Miquel Silvestre de primera mano en las presentaciones de su nuevo libro Un millón de piedras que estos días realiza en diferentes puntos de España:

  • Madrid: 24 de marzo en Librería De Viaje, Serrano, 41 (20:15)
  • Barcelona: 29 de marzo en Altaïr, Gran Vía Cortes Catalanas, 166 (19:30)
  • Bilbao: 1 de abril en Honda Bizkaia, Tellegorri, 10 (20:00)
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