Pomada cicatrizante

La memoria es un mecanismo selectivo y al final uno recuerda lo que quiere recordar. Lo que no acabo de entender es por qué el universo de MotoGP se recrea una y otra vez en los desafortunados hechos de las últimas carreras teniendo en cuenta que, hasta ese momento, la temporada 2015 fue grandiosa, tal vez la mejor que uno pueda recordar.
Una cosa es tener buenos deseos y otra es ser estúpido. Lo sucedido el año pasado marcará MotoGP para los siguientes, no creo que nadie tenga dudas al respecto. Por un lado la polémica vende y por otro lado las heridas tardan en curarse. Pero claro, si estas todo el día hurgando en la llaga del desencuentro con el dedito de la controversia sin aplicarte un poquito de pomada cicatrizante puedes acabar montando la de Dios es Cristo. Justo lo que está pasando a un tiro de piedra de los test de Sepang 2016.
El paciente portador de la herida no es ni Rossi ni Márquez, es MotoGP. El paciente que la mayoría de nosotros amamos y que nadie se está preocupando en atender. MotoGP somos todos: pilotos, managers, equipos, patrocinadores, Dorna, prensa y aficionados de todo el mundo. En la medida de las posibilidades de cada uno deberíamos intentar hacer sanar esta lesión, especialmente entre la afición.
Una de las cosas que hacían que nuestro deporte fuera mejor que el resto consistía en que, a pesar de querer que “tu” piloto gane tampoco deseas que nadie pierda. No hay rivalidad en negativo como en otros deportes donde se desea la derrota del rival, a veces incluso por encima de la victoria propia. En las motos, si el otro pasa por delante es justo vencedor y ya nos veremos en la próxima. Esta actitud debería ser el modelo a seguir por todos. Asistir a un gran premio, charlar, tomarte algo con la afición rival y hablar amigablemente de motos o del campeonato es algo que deberíamos preservar. Al acabar la carrera pocos se sienten derrotados, puede sonar muy manido, pero creo que al acabar un Gran Premio la victoria siempre es del motociclismo.
En aquel final de temporada de 2015 la cosa de descontroló. Entre las declaraciones después de Australia, la patada o no patada, la sanción, la carrera de Cheste, las declaraciones de Rossi acabado ya el campeonato y su ausencia en la gala FIM elevaron tanto el grado de tensión que no había manera de poner las cosas en su sitio. Es normal, nadie pide imposibles. Fue algo que no se había vivido en MotoGP y no hay manera de calmar los ánimos ante una situación así. Pero como nadie tiene la habilidad de cambiar el pasado, debemos tener cuidado con el campeonato que se está construyendo de entonces en adelante pues los daños colaterales pueden ser muy elevados. ¿Queremos pagar ese precio?
De momento la factura está así y el campeonato ni siquiera ha empezado: en Cheste 2015, pese a no haber incidentes, el ambiente estaba mucho más viciado. Se movilizó a la policía durante todo el fin de semana, algo sin precedentes y, aunque hubo quien lo tildó de exagerado, más vale prevenir que curar. Aún hoy se vive una guerra incesante y a veces “sangrienta” de la afición en las redes sociales entorno al #SepangClash. El club de fans de Marc Márquez en Italia ha afirmado que no asistirán a Mugello por amenazas de la marea del 46, este es un asunto serio y feo. Todo esto era algo impensable hace muy poco tiempo y con la herida abierta puede que no sean hechos anecdóticos.
Seguro que el rugir de los motores en los test de pretemporada, las tablas de tiempos y los podios ayudarán a olvidar el pasado en cierta medida o, al menos, minimizarán su recuerdo. Pero tenemos que tener cuidado con aquello de que “el tiempo lo cura todo”. Cualquier nuevo incidente o polémica, por mínima que sea, puede hacer que el campeonato vuelva a saltar por los aires. La mecha de este cartucho de dinamita es muy corta, intentemos cambiar la dinamita por los petardos de Cheste. Es tiempo para un honesto y sincero “borrón y cuenta nueva”. Entre todos, conservemos el ambiente de MotoGP como hasta ahora y que gane el mejor. Es lo que todos queremos, ¿no?