Prueba en ruta Macbor Montana XR5 2022
Montana Experience 2021


Tras la exitosa primera edición de la Montana Experience (2019) a lomos de la Macbor Montana XR3, estaba previsto que la segunda edición fuera en 2020 con la recién estrenada Macbor Montana XR5, pero el Covid-19 lo impidió. Yo no tuve la suerte de poder acudir a la primera edición, pero sí estaba previsto que en 2021 la ruta fuese más exigente para máquinas y pilotos.
Sí pude acudir a la presentación de la Macbor Montana XR5 en septiembre de 2020 y me llevé una grata sorpresa. Una marca española apostaba por la cilindrada media fabricando motos en Asia, pero bajo sus especificaciones de diseño y con un control de calidad que incluye personal de Macbor en China supervisando el proceso de fabricación. El resultado superó mis expectativas en aquella presentación: una moto eminentemente A2 capaz de conquistar el corazón de cualquier motard.
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El secreto residía en la calidad de los componentes, porque la propuesta de una trail de iniciación de 500 cc en torno a 6.000 € no podía ser sino un éxito. Se notaba que la moto venía auspiciada por gente de moto, como son los hermanos Bordoy, a tenor del cuidado en el detalle de los elementos que no se ven (o que no lucen), como la calidad empleada en llantas, ejes, bujes o suspensiones. Otro gran acierto era la ligereza y la ergonomía, dando en la báscula 178 kg en seco para una moto que viene muy equipada, defensas incluidas. La comodidad de su asiento es sobresaliente, la postura natural y la protección aerodinámica constante.
Sigue manteniendo todas sus virtudes, pero la versión 2022 de la Macbor Montana XR5 cumple con la normativa Euro 5 al competitivo precio de 6.699 €. Sus rivales más enconadas están perfectamente definidas en el mercado: Benelli TRK 502 X (6.799 €), Honda CB500X (6.850 €), KTM 390 Adventure (6.199 €) y Voge 500DSX (6.595 €). Las ventas son las que dan y quitan razones y los resultados de la XR5 han sido espectaculares. Es difícil encontrar unidades de segunda mano y las pocas que se pueden encontrar no pierden apenas valor respecto a nuevas. Tres días por el Maestrazgo, en una ruta de más de 700 km con etapas off road muy exigentes, nos iban a dar la perspectiva necesaria para apreciar el verdadero calado de esta moto. La verosimilitud de la prueba es aún mayor teniendo en cuenta mi escasa experiencia en off road con motos trail.

1ª ETAPA: PEÑÍSCOLA-TERUEL (242 km)
La aventura comienza al nivel del mar en la localidad costera de Peñíscola, con su imponente castillo como testigo. Con el amanecer despuntando tras la línea del horizonte, me asignan una Macbor Montana XR5 blanca/azul nuevecita, con el rodaje apenas terminado. Exteriormente no hay ninguna diferencia con el modelo 2021. Tras las fotos "de bonito", con moto y equipamiento relucientes, procedo a instalar la cámara de acción antes de la salida, que se produce puntual a las 9 de la mañana.
Los primeros kilómetros sirven para recordar lo cómoda que es esta moto. Dentro de que la postura de conducción es neutra y no carga brazos ni hombros, hay que volver a destacar la comodidad del asiento, con un mullido perfecto por el que no pasan (ni pasarán) los kilómetros.
No tardamos en adentrarnos en terreno serrano al salir de la N-340 para enfilar hacia Salsadella por un tramo de curvas que sirven para entrar en calor. Según ascendemos las vistas mejoran y la mañana refresca. La ruta alterna carreteras de buen asfalto con carreteras rotas muy reviradas, en demanda de Albocácer y Adzaneta, donde nos desviamos por la CV-171 buscando Chodos, un tramo fantástico de curva contra curva, donde la Montana XR5 se encontraba a sus anchas. 48 CV son más que suficientes para disfrutar en un tramo semejante. Es más, lo divertido es saber exprimirlos y enlazar curvas con buena velocidad de salida para afrontar la siguiente. Ni qué decir tiene que compartir la ruta con otras personas en la misma moto añade a tu aventura el amor propio de trazar mejor que los demás y pulir tus líneas mejor que tu profesor de dibujo técnico. El empleo del freno trasero para adecuar la velocidad de entrada a las curvas (solo cuando se requiere), aprovechar las transferencias de peso para hacer más fluida tu conducción y centrar todos tus sentidos en la carretera, convierte la conducción en un disfrute que las motos de gran cilindrada no pueden proporcionar.

Chodos nos sorprende por estar encaramado en un risco donde parece que se ha parado el tiempo y desde donde se disfruta de unas vistas magníficas. Aquí se produce la primera parada, para tomar un café e intercambiar impresiones, y ser advertido de que comienza el tramo off road hasta que paremos a comer. Hay unanimidad en las capacidades de la moto y lo divertido del tramo. Estos tres días prometen.
El primer tramo de off road comienza con pistas anchas y asequibles. Enseguida llegamos al santuario de San Juan de Peñagolosa, donde hacemos una parada para disfrutar de su tranquilidad, de paraje de postal. La siguiente parada será en Mora de Rubielos, donde después de comer seguiremos por pistas en busca de Teruel. Estas pistas no son ya tan amables, encontrando tramos técnicos de piedras sueltas donde me desenvuelvo mejor de lo esperado. La moto se empeña en hacerlo fácil y al ser el primer día llegamos a Teruel sin novedad. El 64% de la distancia ha sido por asfalto de la provincia de Castellón, pero hemos pasado más de la mitad del día por senderos y parajes de difíciles de olvidar.

2ª ETAPA: TERUEL-FUENTESPALDA
Si bien sabíamos que la ruta sería por el Maestrazgo, la organización no informa de la ruta del día siguiente hasta que llegamos a destino y de una manera bastante somera. Sí nos dicen la distancia (254 km), también el destino (Fuentespalda) y el porcentaje de carretera/off road (64/36, igual que el día anterior).
En el desayuno se desvela parte del plan: comenzaremos por el off road. Esto me da que pensar: por una parte me alegro, porque prefiero hacer lo más cansado mientras todavía estoy fresco. Pero también me pone en guardia respecto a la dificultad de lo que está por venir. La primera dificultad está en el parking del hotel. Esto es Teruel y por las mañanas hace un frío que pela. Instalo los forros de mi traje T.Ur a estrenar y el problema queda resuelto de inmediato. Pronto descubriré la reversibilidad del asunto.
Hemos tenido suerte, porque la lluvia no ha hecho acto de presencia y permite que los caminos sean humanamente transitables. Como contrapartida, en algunos tramos como los de esta mañana, el polvo obliga a espaciarnos entre nosotros y poder ver algo. Nos dirigimos hacia el Este y la mezcla de polvo con rayos oblicuos del sol es especialmente molesta: alguno "muerde el polvo" antes de que comiencen las dificultades. Pasan pocos kilómetros para que sienta la necesidad de quitarme el forro superior, una buena decisión, porque surgen tramos de arena (tal como suena), en los que empiezo a sudar convenientemente. En la siguiente parada para tomar café, en Valdelinares (que tiene estación de esquí), es el turno para los pantalones. Fuera el forro y a la mochila. A partir de aquí comienza un descenso técnico por un bosque de pinos con piedra suelta que provoca más de una caída; todavía estoy a salvo. Finalmente terminamos en un desfiladero bajo el que discurre un río. He visto pocos sitios más bonitos. La bajada es realmente dura y seguir su curso todavía más difícil, por un tramo seco con cantos rodados: una vez paras a contemplar la belleza del entorno, te das cuenta de lo maravillosa que es la Macbor Montana XR5, capaz de llegar a sitios tan recónditos. Quizá, y solo digo quizá, se pudiera llegar con una moto de más cilindrada y peso. Lo que no tengo tan claro es que pudiera salir.

La ligereza de la XR5 es una baza a su favor y después de ver el rosario de caídas, también lo es su equipamiento. Las defensas son muy eficaces y lo más grave que ocurrió fue la rotura de media maneta de freno, lo que no impidió seguir la marcha el resto de la ruta. Afortunadamente, en mi caso pude presumir de llegar incólume al almuerzo en Cantavieja. Habíamos tardado más de 2 horas en recorrer los últimos 31 kilómetros.
Tras la (merecida) comida enfilamos hacia la localidad de Morella a través de una carretera trufada de curvas (CV-125) que atraviesa el Portell de Morella camino de Cinctorres. Como siempre, empezamos suavecito para hacer la digestión, pero son suficientes cuatro virajes para que la digestión se dé por terminada y pongamos a prueba de nuevo los Metzeler Tourance de serie, tan capaces en el asfalto a ritmos endiablados como versátiles en el off road. No diremos que está a la altura de un neumático de tacos fuera de carretera, pero se reveló perfectamente capaz de llevarnos por los tramos más difíciles de la jornada. Tras la obligada visita a las murallas de Morella y las fotos de rigor, nos dirigimos a Fuentespalda, en una masía a las faldas de una colina, en un entorno privilegiado para disfrutar del merecido descanso.

3ª ETAPA: FUENTESPALDA-CAMBRILS (192 km)
La hoja de ruta indica por la mañana que el 69% será por asfalto. A mí me da igual: soy consciente de que la mitad del día es off road y la otra mitad por asfalto.
La ruta comienza por una carretera de curvas para adentrarnos pronto en pistas. La idea es ir acercándonos hacia el este para descender hasta Cambrils. Pronto ingresamos en un camino que ofrece más adherencia que la disfrutada en días anteriores y comienzo a sentirme cómodo de verdad. Siento la fluidez de la trazada y acometo las viradas con más confianza y ritmo. Estoy cansado, sí. Son varios días seguidos en moto pero comienzo a sentir la simbiosis con la XR5, sobre todo fuera del asfalto. Ruedo mucho más suelto y me canso menos. Pero de pronto el camino se empieza a complicar. Largas trochas entre bosques mediterráneos se cortan con bajadas técnicas de, otra vez, piedras sueltas. Mi confianza no merma, porque voy más suelto.. ¡hasta que llega la bofetada!

En un recodo de 180º en bajada, golpeo una piedra con la rueda delantera, se gira el manillar, se para la moto y salgo por orejas. Afortunadamente iba despacio. La moto cae a derechas y yo, despedido, por la izquierda. La protección de titanio de mi hombro golpea con una piedra y se abolla, pero milagrosamente salgo ileso, textualmente.
No voy a llegar con la moto intacta al siguiente punto de encuentro, pero para mi sorpresa, apenas hay un rasguño en la defensa del motor y en la protección del puño derecho. Tras poner la moto en pie (con ayuda, afortunadamente no estaba solo), arranca a la primera. Ahora la confianza no es la misma y voy, como aquél que dice, pisando nenúfares. Para mejorar las cosas, el terreno se torna arenoso, en una sucesión de subidas y bajadas en las que me crucé con un par de bulldozers que arreglaban el terreno. Para sortearlos hay una franja arenosa de un metro de ancho y no se puede fallar: bulldozer o precipicio. Otra prueba superada. Llego al siguiente punto de encuentro, donde me esperan risas y chanzas. Solo quedaban 10 kilómetros de off road.
El último tramo de carretera comenzaba en el alto del Ports, desde donde se puede ver la desembocadura del río Ebro, Amposta y Tortosa. El mirador más espectacular para finalizar tres jornadas memorables. Todavía quedaba lo mejor: el descenso vertiginoso hasta Marçá, donde disfrutaremos de la última comida de la ruta y después, la traca final hasta Cambrils: un tramo de rallies de asfalto más retorcido que las intenciones de Smeagol, pero con un asfalto perfecto. No puedo resistir la tentación de buscarle las cosquillas a la Macbor Montana XR5 de nuevo. Ahora que lo pienso, ¿no será ella la que me busca las cosquillas?
