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Prueba Macbor Montana XR3 2018: rompiendo prejuicios

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La Macbor Montana XR3 aparece en nuestro mercado para romper los moldes en los que muchos hemos encasillado, sistemáticamente y desde su llegada a nuestras tiendas, todas las motos venidas desde el país más extenso del Lejano Oriente.

Ciertamente, la primera vez que quien firma este reportaje vio una moto china expuesta a la venta fue hará unos seis o siete años en un hipermercado. Se trataba de un scooter pequeño, que exhibía como máximo atractivo el cartel de un precio por debajo de los mil euros. Pero bastaba iniciar una observación detallada por el frente de aquel scooter para que un repentino escepticismo creciera hasta la preocupación, pensando en ese producto circulando por la vía pública. Y es que el disco delantero mostraba el aspecto de una textura sintética, más que el propio de una fundición, y sólo pensar en pellizcarlo, creaba la desagradable impresión de que ibas a llevarte el trozo entre los dedos.

Montana Experience

Ahora, tras la prueba de ultrafondo montada por los responsables de Motos Bordoy, creadores de la marca Macbor, ese concepto de “moto china”, reafirmado posteriormente a lo largo de muchos modelos venidos de aquel país, no sólo ha quedado hecho añicos, sino que su imagen de saldo venido a menos se ha diluido en el tiempo como el recuerdo de un mal sueño.

Efectivamente, todos los prejuicios que, como una nube oscura, rodeaban la opinión previa de un servidor, comenzaron a desvanecerse por momentos con el paso por la primera pista de tierra que comprendía la Montana Experience; una trepidante aventura en la que nos hemos sumergido durante tres días completos sentados tras el manillar de esta sencilla trail fabricada en China, sí, pero bajo las indicaciones, las exigencias y el control de calidad requerido por el personal técnico de una marca española.

Suspendidos en el vacío, sobre las aguas pirenáicas, con la Macbor Montana XR3

Han sido tres días de un castigo al que no le caben otros calificativos que los de salvaje y despiadado; todo ello multiplicado, además, por las catorce motos que formamos esta particular expedición por el Pirineo, para hacer un recorrido total de unos 800 kilómetros, con más de diez horas off road, que nos ha llevado a lo largo de toda la cordillera fronteriza, desde Puigcerdá, capital de la Cerdanya, hasta San Sebastián en plena semana del cine.

Cuando abandonábamos la paliza que nos iba sacudiendo cada pista, era para pisar un asfalto que se retorcía por carreteras perdidas de segunda y tercera marcha; y cuando volvíamos de nuevo al off road, lo hacíamos temiendo en qué otro vericueto nos internaría nuestro guía, todo un campeón de España de enduro.

Con todo ello, la rotunda conclusión a la que nos ha llevado esta Montana Experience es que resulta absolutamente increíble lo que se puede llegar a hacer con esta moto sencilla, austera y polivalente de sólo 3.999 euros. Lo vemos, lo desgranamos y también lo relatamos a continuación.

En Parado

Su precio. Ésa es la clave fundamental a la hora repasar con la mirada esta Macbor Montana XR3. Teniéndolo en cuenta, descubrimos una horquilla invertida, regulable en extensión y en precarga, lo mismo que el amortiguador montado sobre un sistema progresivo de bieletas. También observamos su semicarenado, con una cúpula elevada, anclado sobre una sólida estructura tubular, que poco tiene que ver con las acostumbradas arañas que soportan la mayoría de los frontales plásticos, y que más bien transmite la imagen de una muralla frente a las caídas; lo mismo que las propias defensas, montadas para revestir la franja de la moto que queda bajo el depósito, recogiéndola como una estructura casi acorazada frente a todas las eventualidades que pudieran asaltarnos durante las múltiples travesías en las que nos permite aventurarnos esta Montana XR3.

Coronando la montaña con la Macbor Montana XR3

La señalización luminosa con tecnología led, los protectores aerodinámicos de la horquilla y las estriberas dentadas, rellenas con un taco de goma desmontable, representan detalles, junto con las pletinas de aluminio que soportan los estribos del pasajero, que elevan la imagen de esta discreta trail hasta la categoría de otras motos que se ofrecen en el mercado con un precio bastante más sustancioso.

Primeras sensaciones

La posición, nada más situarnos en parado, se percibe tan natural y relajada que nos invita a pulsar el botón de arranque para iniciar un contemplativo paseo, deleitándonos con los entornos más embaucadores a un ritmo de desfile. Lo cierto es que la posición de esta Macbor calca, prácticamente al milímetro, la postura de las maxitrail viajeras más exitosas del mercado.

Las manos caen de una forma casi inconsciente sobre un manillar con los puños en un punto vertical y un tanto elevado; el tronco queda en la postura vertical menos forzada que pueda intuir el lector, sobre un asiento a 820 mm del suelo; y los pies se sitúan muy abajo para facilitar la conducción del cuerpo erguido sobre ellos, dejando las piernas, cuando conducimos sentados, en una postura que no crea ni la más mínima tensión (independientemente de nuestra estatura) y que nos invita a viajar, a vagar por la carretera hasta perder la noción del tiempo, lo mismo que la colocación del tronco y la de las manos.

En marcha

Al soltar el embrague y engranar todas las marchas hasta la sexta, se aprecia una notable protección de la cúpula con forma voluptuosa que corona el carenado. Es un efecto que no podemos intuir en parado, con la discreta extensión de su concavidad, y que sin embargo, en marcha, pone a resguardo justo el centro del pecho, la parte más sensible y vulnerable de nuestro frontal.

Trepando por una pista con la Macbor Montana XR3

Se echan en falta unos protectores de las manos, obligados en toda trail, pero Macbor no los ha olvidado en absoluto, teniéndolos previstos en su inventario de accesorios. De otra parte, la angulosa carrocería, perfilada con unos filos llamativamente agresivos, se encarga de proteger los muslos y nuestras caderas, quedando finalmente a un abrigo sobresaliente del viento y de la lluvia, tratándose de una moto tan discreta como es esta Montana XR3.

Motor

Ciertamente, este propulsor refrigerado por agua mediante dos efectivos radiadores, como pudimos comprobar a lo largo del soberano vapuleo al que le sometimos, se desdobla en dos caracteres bien diferenciados.

Por una lado, se comporta con un tacto sedoso y placentero, cuando lo conducimos con la punta de gas sobre las tres o cuatro mil rpm, convirtiendo, por ejemplo, el paseo para la compra del pan a lo largo de nuestra barriada, de nuestra urbanización o de nuestro pueblo, en una delicia tan sencilla como inesperada. El monocilíndrico de cuatro válvulas y un cuarto de litro se muestra tan dócil y discreto en esa conducción que podríamos confundirlo con el de una moto urbana de 125. Sin embargo, nada que ver con la realidad.

En el momento de girar el puño por encima de las 6.500 rpm, aparece el otro carácter de esta Montana XR3. Es entonces cuando emerge un aullido grave y sonoro desde la admisión, que se escucha con el tono propio de una moto mucho mayor y más deportiva, y que sirve de banda sonora al digno empuje que empezamos a sentir; un impulso firme y continuo que nos lleva hasta el mismo corte del encendido, mientras los 249,6 cc nos entregan sus 24,8 CV de potencia.

En plena carretera retorcida del Pirineo con las Macbor Montana XR3

No es que queramos decir que la Montana XR3 se nos vaya a poner de manos inesperadamente. No, no se trata de nada de eso; pero sí de que el tirón de sus 22,5 Nm de par no sólo se recibe de una forma agradable y animada, sino que puede resultar tan providencial como efectivo, por ejemplo, para escapar de las encerronas involuntarias que, en forma de tetris, nos preparan los coches en las autovías y avenidas más concurridas.

En el capítulo de las vibraciones, apuntar que se sienten, desde luego que sí, pero tal vez en menor medida de la que cabría esperar conduciendo una monocilíndrica. Nada reprochable, en cualquier caso, dadas las características de este motor. Y sobre el consumo, señalar que resultó más austero que contenido, viajando en el régimen salvaje del que no bajamos a lo largo de toda la travesía, con la aguja del cuentarrevoluciones permanentemente en la franja roja y con los 108 kilos de un servidor a cuestas. Esta observación hace bastante reales los 3,4 litros/100 que anuncia la marca, para dar finalmente a esta Montana XR3 una autonomía propia de cualquier moto expedicionaria, con los 15 litros que alberga su depósito.

Dibujando curvas

Fueron cientos de ellas a lo largo de toda la cordillera, la mayoría retorcidas y muchas de ellas enrevesadas, escogidas a la carta para una sencilla dos y medio sin pretensiones deportivas, que terminó ofreciendo un grado de diversión casi inesperado por las tortuosas carreteras que nos tocó recorrer en esta Montana Experience.

Ciertamente, la solidez del chasis con estructura perimetral protagonizaba cada paso por curva y sobre todo cada cambio de dirección, algunos tan rotundos que llegaban a resultar violentos, de manera que el bastidor aportaba a la parte ciclo la firmeza que no llegan a ofrecer unas suspensiones taradas en una buena parte de su recorrido con una respuesta off road.

El carenado afilado de la Macbor Montana XR3

En cuanto al comportamiento en asfalto de los neumáticos firmados por la marca CST, proyectaban sobre un servidor, antes de arrancar, la sombra de ese mismo escepticismo creado por las “motos chinas” antes mencionadas. Sin embargo, a lo largo de la prueba y después de ir retirando una a una todas las cautelas que les impuse al principio, terminaron dándome la misma confianza que cualquier cubierta de otra marca, para tirarme a por cada viraje sin otro miramiento que el estado del asfalto. Así es que podemos decir que estos CST ofrecen un agarre acorde con la tracción, con las prestaciones y sobre todo con las pretensiones de esta Macbor Montana XR3.

La Frenada

La maneta de esta Macbor se siente con un cuerpo firme bajo los dedos y transmite la sensación de una sólida potencia al apretarla con la mano. La frenada en esa primera fase del motor, discreta y relajada, resulta progresiva y dosificable, hasta la misma seda de la retención, si así lo deseamos. Lo mismo ocurre conduciendo con alegría por encima de las siete u ocho mil rpm, fluyendo con un buen ritmo a lo largo de una carretera retorcida.

Ahora bien, si pretendemos ir más allá, haciendo verdaderas apuradas de frenada, más aun llevando pasajero, sentiremos cómo las pastillas muerden el disco lobulado de 260 mm con una garra menos contundente de lo que pudiéramos esperar. Este detalle podría considerarse como una carencia de mordiente por los más quemados; pero desde luego ni la Macbor Montana XR3 alberga pretensiones deportivas ni tampoco es una moto para quemados. Muy al contrario, el grueso de los principiantes que opten por esta sencilla trail encontrará, en este tacto suave y sin brusquedades en todo su recorrido, un importante aliado para combatir uno de los fantasmas que causan buena parte de sus caídas: El manotazo del pánico.

Navegando por la cordillera en la Montana Experience.

Por otro lado, la exigencia de una frenada rotunda e instantánea para alguien que derrote en algún momento por una conducción más subida de tono, representa algo de un alcance tan sencillo como una simple sustitución de las pastillas originales por otras de agarre más agresivo.

Por último en este apartado, quien firma este texto acabó la Montana Experience apoyándose mucho más en el freno trasero de lo que tiene acostumbrado. De esa manera pudo detener la moto con suficiente margen en las revueltas más extremas, dentro de las bajadas más pronunciadas. Y es que el disco trasero de la MontanaXR3, con sus 250 mm, retiene los 175 kg del conjunto declarados por la marca con una efectividad muy superior a la mayoría de las motos de su categoría y tamaño. Con ello, queda bastante compensado el remate de la frenada delantera.

Nos echamos al Monte

La palabra “pista” tiene un sentido ciertamente amplio, para tomar muy diferentes grados de dificultad a lo largo de un escenario tan abrupto como el de Los Pirineos. Pistas. Sí, hicimos el paso por bastantes de ellas, pero algo tan ambiguo se traslada a la realidad en forma de un cauce continuo de piedras, chinas, pedruscos y peñascos; en un caudal permanente de grava suelta sobre gavilla, y a su vez sobre una tierra molida hasta formar un lecho de talco. Pistas, sí. Pistas con cantos angulosos, de aristas afiladas, que se apostaban sobre el camino en pronunciadas bajadas, o que yacían sueltos sobre el trazo de una traicionera revuelta, emboscada bajo la pendiente como una trampa montera. Hierba, también, alfombrando las profundas roderas que parecían haber grabado sobre la tierra un pelotón de acorazados, en lugar de algunos intrépidos excursionistas transitando por el paraje con sus todo terreno.

Y sobre todo ello, una nube de polvo cegando el camino como cualquier niebla pirenaica, que nos hacía sentir por momentos en plena Baja Aragón. Un polvo empalagoso que embadurnaba las motos con su pátina blancuzca y que se filtraba en las entrañas de su respiración.

Una eventualidad más en la Montana Experience.

En definitiva: ¡Qué decir de una experiencia en la que nuestra unidad soportó incluso algún salto inesperado cargando con el tonelaje de un servidor!

Pues lo primero es señalar que el bastidor de la Macbor Montana XR3 se completa en su parte baja con una estructura de simple cuna que se desdobla a la altura del escape, para montar en el fondo un salva cárter que resultó sencillamente vital a la hora de acometer la Montana Experience.

Fueron pedradas, sí, lo que recibió, una aquí y otra allí, esta Macbor en el paso por algunas trochas, pero en otros trances se escuchaba el impacto repetido de auténticas andanadas lanzadas por el camino. Total, que al final de la aventura, podemos decir que lo que soportó tanto el salva cárter como la parte más baja del chasis fue una lapidación en toda regla, que de otra manera hubiera hecho sangrar aceite al motor a las primeras de cambio.

En el capítulo de las suspensiones, subrayar que protagonizan un destacado trabajo fuera de la carretera, logrando que la Macbor Montana XR3 fluya con mucho más que dignidad pisando la tierra y pasando sobre las ondulaciones y las piedras de todas las pistas por las que nos tocó transitar. Por otro lado, no reventó ningún retén, ni tampoco vimos el sudor del aceite sobre ninguna barra de horquilla, mientras que el amortiguador sí que mostró algún signo de fatiga al cabo de las horas, como no podría ser de otro modo, aunque a la mañana siguiente se sentía en apariencia con todo su tacto recuperado.

Todos estos detalles pueden valorarse contando con una escasa, o incluso una nula formación off road, pero si se posee un punto más, sin llegar ni de lejos a la práctica del enduro, la Montana XR3 nos resultará una moto todavía más sorprendente, al ponernos en pie sobre ella y sentirnos en una posición erguida de lo más natural, siempre y cuando no midamos 1,91 m, como un servidor, al que el manillar le quedaba un punto más bajo de su talla, recibiendo alguna molestia en el cuello, eso sí, al cabo de las horas conduciendo en esa postura.

La parte superior del depósito, algo más estrecha que el cuerpo central, se brinda como un excelente apoyo tanto para relajar la conducción erguida en los tramos más sencillos, como para hacer virar la moto sobre las curvas más cerradas del camino. El freno delantero, por su parte, ofrece un tacto magnífico para la tierra y las piedras sueltas, con una potencia bien dosificada, hasta tal punto de que no sentimos la pulsación del ABS bajo la mano en ningún momento. En cuanto al trasero, cubre su papel fuera del asfalto con mucha más efectividad de la que cabría intuir en parado, a pesar de la inevitable intervención del sistema antibloqueo, que no se puede anular, como no desenchufemos su conector, y perdamos al hacerlo, entre otras cosas, los dígitos de la velocidad a la que nos desplazamos.

Ascendiendo por la carretera con la Macbor Montana XR3

En el apartado de los neumáticos, los CST dan mucho más de sí de lo que se puede imaginar para unas cubiertas de tipo mixto, no sólo con una pisada de relativa firmeza, sino también con la solidez de su carcasa frente a los impactos del terreno y con la efectividad de su cámara interna frente a los pinchazos. No sufrimos ni uno solo en ninguna de las 14 unidades que formaban la comitiva.

Sí que se registró, en cambio, más de una abolladura en las llantas, ¡faltaría más, después de un castigo tan brutal! La sufrida unidad que nos tocó en suerte, y que no cambiamos en todo el recorrido, se llevó dos. Efectivamente, en una de las paradas descubrimos cómo cada rueda, la delantera de 19” y la trasera de 17, mostraba las consecuencias de dos supinos “llantazos”: la trasera con una deformación más pronunciada, que, curiosamente, no afectó en apariencia a la conducción sobre el asfalto de una carretera nacional, y nada, por otro lado, que no se pudiera solucionar sobre la marcha aplicando con certeza una buena maza de teflón.

Equipamiento

Lo más sobresaliente en el capítulo de los accesorios, y al momento de publicar este reportaje, es la oferta que hace Macbor hasta el 31 de octubre (prorrogable hasta el fin de existencias). Se trata de un kit para la aventura formado por tres sólidas maletas de metal, con una estanqueidad y una robustez sobresalientes, al menos en apariencia. La Montana XR3 equipada con estas tres maletas, soportes incluidos, sale a la venta por 4.499 euros.

Al hablar ya de la moto de serie en sí, señalamos que sus retrovisores, de factura sencilla y diseño en sintonía con su línea, que ofrecen una buena visibilidad de nuestra retaguardia, y que pasan en la ciudad por encima de la altura a la que se sitúan los espejos de la mayoría de los turismos.

El cuentarrevoluciones analógico resulta bien visible, con una llamativa franja roja en la que se mantuvo nuestra unidad casi todo el viaje, sin que pareciera afectarle en absoluto. A su derecha, se sitúa un enchufe USB y a su izquierda, una toma de 12 voltios.

El display colocado debajo ofrece la información básica, con el indicador de gasolina, los parciales, la marcha engranada y el reloj horario. A su derecha, se agrupan los testigos, que proyectan sus luces de colores, la verdad sea dicha, con escasa visibilidad durante el día. Si a esto le unimos que el conmutador de los intermitentes necesita pulsarse justo en el centro, y no un milímetro a un lado u otro, resultará fácil que nos dejemos activados los indicadores de dirección, a menos que nos fijemos en el delantero correspondiente, sobresaliendo por cada lateral del carenado.

La Macbor Montana XR3, divertida tanto en bajada como en subida, cuando la carretera se retuerce.

La luz del faro, aunque de óptica convencional, resulta suficiente para las prestaciones que desarrolla esta Montana XR3. Pudimos comprobarlo dentro de los distintos túneles, estrechos como las galerías de una mina, que contenía el recorrido; pero además de ello, también pudimos disfrutar de una estampa casi insólita, al ver su haz proyectado sobre la umbría que formaba la densa frondosidad extendida junto a un bosque de Irati que ya lucía algunos brotes rojizos, con el primer aliento otoñal.