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Trayectoria nefasta

Fotos: Carles Campsolinas
Os voy a proponer un experimento, pero no lo hagáis.

Circuláis por esa preciosa carretera secundaria con poco tráfico a lomos de vuestra querida moto, transmitiendo órdenes instantáneas desde el cerebro a los mandos con la armonía de un maestro pianista. Y ella os obedece con precisión, acariciando vuestros oídos con un armónico ronroneo mientras va subiendo de vueltas. Disfrutáis de esta maravillosa compenetración entre humano y máquina en un constante ballet de inclinaciones variables, en las que el cuerpo y los sentidos no descansan ni una décima de segundo. Trazáis, sí, trazáis para meter correctamente la moto en cada curva, ninguna igual a la anterior, cada una con una salida distinta. Y todo ésto con el estrecho margen entre la línea continua y el “quita miedos”, esa guillotina voraz que no perdona ningún descuido. Afinas la trazada y tu fiel moto se desplaza ágilmente entre el escaso espacio de tu carril. Y así giro tras giro durante centenares de curvas bailando esta danza mágica sin el menor fallo. Y para disfrutar de todo esto, lo sabes muy bien, no hace falta ir “a saco”, si no a ritmo, con un importante margen de seguridad y sin bajar la guardia ni un segundo.

Como la gran mayoría de los motoristas, lo estás haciendo bastante bien, porque si no fuera así, haría tiempo que te habrías estampado en un petril o revolcado por el asfalto, en el mejor de los casos… pero de pronto, al entrar en una curva de izquierdas, cuando ya estás inclinado para girar, aparece el primer coche invadiendo impunemente tu carril. !Tu espacio vital violado por la incompetencia! Tiras en seguida de manillar para enderezar la moto en plena inclinación y evitar la catástrofe. «Uff!, justito rozando la valla», pero sigues entero y agradeces a tu ángel de la guarda y a tu experiencia que una vez más hayas salido indemne del trance.

A la obsesión por los límites de velocidad ha sobrevenido la conducción incompetente, ausente de técnica y de gracia.

Era una trayectoria nefasta, criminal, traidora, perversa… pero lo peor de todo es que el cejijunto que iba al volante, ni se ha inmutado. Para él fue una curva más y allí no pasó nada de nada… «ah sí, una moto despendolada que iba haciendo cosas raras en plena curva», «y es que van como locos, inclinando la moto y haciendo idioteces, se te tiran encima, pero qué le vamos a hacer…». Sí, era el perfil de conductor con el carnet repleto de puntos. Ni uno sólo había perdido el canalla, como tampoco los hubiera perdido si te hubieras estampado como un mosquito en el frontal de su todoterreno light. Todo quedaría en un accidente más y tú, que no te podrías defender aparecerías, no sólo como víctima sino además como responsable del accidente. Porque sí, «porque vais como locos», porque cuando os la pegáis de verdad encima no os queda ni un hilo de vida para demostrar la injusticia y porque sólo el hecho de subirte a ese engendro de dos ruedas ya te marca indeleblemente como un parias. Allí, donde pasan estas cosas que casi no afectan a las estadísticas pero sí a muchos motoristas, allí, repito, nunca hay cámaras millonarias para retratar la insensatez y la injusticia.

Es un fenómeno que va a más. En un mismo recorrido puedo encontrarme varias veces con réplicas del maldito inepto invadiendo mi carril, con una naturalidad pasmosa y letal aferrado al volante de su torpeza. Y es que, digan lo que digan, la gente cada vez conduce peor. Conceptos como trazar una curva les suenan a ciencia ficción incluso a transgresión. Ellos y ellas, como este cretino que ha estado a punto de aplastaros, siguen invadiendo el carril contrario en cada curva, porque ni siquiera saben girar, porque no tienen ni consciencia de que está conduciendo fatal y, por supuesto, ignoran lo importante que es la trazada para un vehículo de dos ruedas. Y siguen aferrados a la insensatez de su propia estulticia, convencidos desde las pautas de la propia administración de que son campeones de la seguridad, aunque de cuando en cuando unos molestos moscardones les pasen casi rozando dando bandazos en plena curva.

Sí, la trayectoria de nuestro tráfico rodado es nefasta. A la obsesión por los límites de velocidad ha sobrevenido la conducción incompetente, ausente de técnica y de gracia. Lo importante es ir despacito, como si fueran en un ascensor, lo demás a quién le importa. Y así curva tras curva, derrochando incompetencia para quien tenga la desgracia de pillarla.

Es verdad, casi me olvidaba, ¡el experimento!. Pues muy fácil, imaginaros que cuando estáis disfrutando con vuestra moto por esta carretera, en vez de trazar correctamente y siempre lo más alejados posible de la linea divisoria del asfalto, salierais indefectiblemente pisando la línea, curva tras curva. Por supuesto, ni se os ocurra hacerlo, pensadlo simplemente y os daréis cuenta de lo pronto que sobrevendría el accidente. De locura ¿no? Pues así, exactamente así, es como están conduciendo un considerable número de individuos en carreteras secundarias: con incompetencia e insensatez, casi siempre fuera de trazada. Una trayectoria nefasta que debemos denunciar.

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